Monday, May 11, 2009

Trekking de despedida

Habíamos preparado un trekking como nuestra despedida del Perú para el fin de semana largo del 1 de mayo. El plan original era salir viernes y sábado para descansar el domingo pero finalmente quedamos en salir el sábado y regresar el domingo. Revisamos varias rutas en internet y se decidió (intentar) ir a la Meseta de Quincheycocha, en San Mateo de Otao (Huarochirí).

La idea era partir temprano (tipo 07:00) de la casa, pero Suemi y Polaco trabajan los viernes en la noche, así que acordamos partir aproximadamente a las 08:00. Rodrigo y Vanessa llegaron a esa hora y nos contaron que la cocina no encendía. Pensamos que podía ser por la falta de combustible, así que echamos más bencina en el balón pero nada. Rodrigo desarmó parte del mecanismo para tratar de limpiarlo, después de un buen rato de mantenimiento improvisado, prendió.

Alvaro y Polaco fueron a buscar taxis pero nadie quería ir al Ovalo Santa Anita, así que siendo las 09:00 partimos con nuestras mochilas a tomar taxis en Benavides. A las 09:20 llegamos al óvalo y tomamos dos colectivos a Chosica. Aproximadamente a las 10:10 llegamos al parque Echenique; en el paradero de combis y coasters que queda frente al parque había una combi con destino Canchacalla. La combi arrancó a las 10:30, en una hora llegó a Tapicara, nuestro paradero final. Ahí empezamos a caminar por la pista afirmada con destino a Santa Cruz de Ucros, donde realmente se inicia la ruta. En el camino comieron una chirimoya madura que había caído de uno de los muchos árboles que están a ambos lados del camino (yo no comí porque no me gustan las chirimoyas ni las guanábanas). Esta primera parte, siendo objetivos, era pan comido. Sin embargo, las 2 semanas de diarrea de Alvaro, la falta de sueño y de experiencia de Suemi y Polaco y mi tendinitis en las rodillas y dolor en el psoas derecho, hicieron que pensemos en desertar.

Llegamos a Ucros a las 13:10. Nos sentamos un rato a descansar y comer algo (panes con queso, galletas). Lo que seguía eran 2 horas de caminata hasta un lugar plano y quién sabe cuántas horas más hasta la famosa meseta, donde normalmente se acampa. Decidimos subir las 2 horas y acampar en el primer punto.

Durante la subida nos preguntábamos constantemente si queríamos seguir o no. Nadie quería ser el culpable de que todos volvamos, así que continuamos hasta llegar al primer lugar plano. Eran entre las 15:00 y las 16:00. Armamos las carpas, Rodrigo y Vanessa recogieron un poco de agua y le echaron pastillas desinfectantes. La tarde empezaba a enfriar; Polaco juntó ramas para hacer una fogata, luego meditamos un rato, cenamos y nos acostamos tempranísimo.

En la noche dormimos regular, como siempre que acampamos. Lo bueno es que no hizo mucho frío, ya que estábamos 2700 m.s.n.m. Despertamos a las 06:40, nos lavamos la cara con agua helada y tomamos desayuno. Después de desarmar el campamento, Rodrigo y Vanessa fueron a un poblado cercano para averiguar las posibilidades de retorno. La primera era la ruta oficial: subir hasta la meseta y descender desde ahí hasta Songos. La segunda era volver sobre nuestros pasos. Rodrigo y Vanessa escogieron la primera y los demás la segunda, y luego de la foto de despedida partimos los dos grupos a las 09:30.


Llegamos a las 10:30 a Ucros, compramos plátanos en una bodega y descansamos unos minutos. A las 10:45 partimos nuevamente por la pista afirmada, llegamos a las 12:00 a Tapicara en donde nos informaron que debíamos bajar un poco más para esperar la movilidad de regreso a Chosica.

A las 12:30 llegamos al paradero en la bifurcación entre San Juan de Lanca y Tapicara. Vimos como subían combis, coasters, station wagons y escarabajos VW con dirección a San Juan de Lanca y ninguno regresaba. Los pobladores nos explicaron la razón: el fútbol dominical. Decidimos esperar un poco más porque supuestamente una combi debía pasar por ahí entre las 13:00 y 13:30. Esperamos hasta las 14:15, era probable que ningún carro bajara antes del fin de los 5 partidos (a las 18:00 aproximadamente), así que emprendimos el retorno a pie. Habían pasado 15 o 20 minutos y escuchamos un claxon: era una de las coasters que ya iba de regreso a la ciudad.

A las 15:30 llegamos a Chosica, como ya se nos hizo costumbre a Alvaro y a mí, fuimos a almorzar a Don Alberto. Luego tomamos un taxi que nos trajo directamente a la casa.

Vimos que el carro de Vanessa ya no estaba en la cochera, aún cuando habían seguido la ruta "larga" de regreso, llegaron antes que nosotros. Después nos contaron que la subida a la meseta había sido rápida y fácil pero el descenso, terrible, super empinado.

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Wednesday, May 02, 2007

Markahuasi (toma 2)

Hace 12 años tuve la oportunidad de conocer Markahuasi por primera vez. En Cultura Peruana (el nombre ficho del curso Historia del Perú) había la opción de hacer un trabajo de campo en San Pedro de Casta con trepada opcional a Markahuasi o leer un libro y hacer un resumen. Yo, que por entonces no había descubierto mi espíritu aventurero, leí el libro.

En el 2003 hice mi primer trekking y coincidentemente fue la ruta de San Pedro a Markahuasi (ver post). Este año se presentó la oportunidad de ir de nuevo, esta vez con mi esposo quien no conocía el lugar, así que tomé un día prestado de mis futuras vacaciones y me dispuse a revisitar el lugar. El de la idea fue Rodrigo Morey de la sangha budista, quien ya tenía fama de hacer rutas difíciles y largas. Convocamos a la gente pero nadie más se apuntó (muchos porque sí trabajaron el lunes 30). Eramos Rodrigo, Vanessa, Alvaro y yo, quienes provistos de nuestras mochilas trekkeras partimos el domingo a las 7 am en el carro de Vanessa rumbo a Chosica. Dejamos el carro en el Remanso y tomamos la coaster a San Pedro de Casta. La coaster se llenó con gente que iba a trekkear como nosotros, otros que pensaban bajarse en el camino y otros que subieron sus bicicletas a la parrilla para hacer la ruta sobre ruedas. En el camino hicimos la clásica parada en Huinco para estirar las piernas, comer algo y/o ir al baño.

Cuando pasamos por el puente Autisha vimos a Freddy Zea, el artífice del puenting, junto a un grupo bien grande de saltadores. Ahí se bajaron un pata y varias chicas que iban a dar el alcance a sus amigos. Una hora y media después llegamos a nuestro destino: el pueblo de San Pedro de Casta, al que encontré igual a como lo recordaba. La encargada de turismo nos empadronó y cobró la tarifa respectiva. Después de un rato de descanso y aclimatamiento empezamos la subida. Alvaro y yo íbamos atrás debido a mi lentitud a pesar del esfuerzo por tratar de ir al paso de Rodrigo. Acá cabe hacer un paréntesis para clasificar a Rodrigo en el mismo grupo de César Lozano y Julio Suazo, esos que caminan a paso de arriero y a quienes les encanta inventar caminos, a quienes la naturaleza ha favorecido con un organismo capaz de captar oxígeno a cualquier altitud y una resistencia al cansancio que no te da ni la coca.

Cuando llegamos al cartelito que indica las rutas nuestro guía sufrió su primera patinada y nos llevó por un camino que no iba a ningún sitio. A los pocos minutos encontramos a una pareja de lugareños que nos avisaron de eso y volvimos al cartelito para ir por la ruta correcta. Después llegamos a la verdadera bifurcación en la que hay ahora un mirador con una banca de cemento. Ahí nos sentamos a almorzar algo rápido y descansar un poco.


Treinta minutos después retomamos el camino. En un punto la pendiente aumentó y el peso de las mochilas ya empezaba a hacerse insoportable. Menos mal este tramo no duró mucho y pronto nos encontramos en la cima de una ruta que no nos llevaba a ningún lado. Rodrigo tanteó un poco para encontrar un camino aparente que nos llevó finalmente a la fortaleza. Empezaba a oscurecer y por partes los cerros y nubes se veían de un color rojo intenso. Alucinante.

En la fortaleza habían sólo dos carpas ya que, como era de imaginarse, el resto de la gente estaba acampando en el anfiteatro. Cruzamos un cerco de piedras y llegamos a "la casa" de dos habitaciones con patio, todo de piedra. Las "habitaciones", especie de cuevas, se veían cálidas pero claustrofóbicas. Vanessa prefirió armar su carpa afuera de la casa y nosotros en el patio, bajo techo. Se hizo de noche mientras nos acomodábamos así que cuando terminamos de hacerlo y nos abrigamos un poco más, cocinamos nuestra cena. Luego de comer, mientras lavaba los platos Alvaro me avisó que había un ratón en nuestra carpa. Lógicamente, como toda cueva, la casa no estaba exenta de bichos de todo tipo. Y de todos los bichos tenía que ser un ratón el usurpador. Le pedí a Alvaro que moviera la carpa afuera, al lado de la otra y lejos de los ratones.

Alvaro y yo nos acostamos temprano, Rodrigo y Vanessa fueron a caminar un rato aprovechando que la luna estaba llena y alumbraba a pesar de estar tapada de nubes. Dormir fue difícil, en parte por el frío (en mi caso), en parte por el dolor de cabeza producido por la altura. Alvaro fue el más afectado por el dolor de cabeza, a lo que se sumó el dolor en la rodilla derecha por el esfuerzo. En la mañana nos despertó la alarma del celular y nos encontramos nuevamente con el sol que nos había acompañado durante la subida. Tomamos desayuno y desarmamos el campamento para cargar con todo nuevamente. El plan era atravesar la meseta para llegar al monumento a la humanidad y descender por el camino corto.


Ya con las mochilas en la espalda empezamos a caminar por las subidas y bajadas de la meseta. Pasamos por varias lagunas y visitamos la famosa cueva en la que vivió un pata que conoce Rodrigo durante dos años. Al costado de la cueva hay otra que en realidad es una especie de túnel. En la salida está "el balcón", una piedra plana horizontal en donde uno se puede sentar a apreciar la cordillera al otro lado del abismo y el sunset si se está en la hora y época del año apropiadas. Estuvimos un rato ahí y retomamos el camino de regreso. Otra vez estuvimos probando suerte con los caminos y logramos llegar a pocos metros del monumento a la humanidad. Ahí paramos de nuevo a descansar y comer algo.


De ahí todo fue el camino de bajada que Rodrigo y Vanessa hicieron un poco más rápido para guardar sitio en la coaster de regreso. Llegamos a San Pedro diez minutos después que ellos y los encontramos esperando la movilidad, que aún no llegaba, junto con otras personas que también querían regresar. Comimos algo rápido y llegó una combi con gente que se bajó ahí. Había espacio, así que decidimos asegurar el regreso y pagar los 5 soles extra por persona en lugar de esperar a la coaster. La combi estaba bastante destartalada pero llegamos a nuestro destino sanos y salvos. En el camino vimos a la coaster de las 2 pm, estaba malograda y los pasajeros no sabían qué hacer. Más adelante hicimos la clásica parada en Huinco y de ahí fuimos de frente hasta Chosica. Tomamos un taxi al Remanso y recogimos el carro que nos llevó una vez más a nuestra rutina citadina.

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Tuesday, April 10, 2007

Semana Santa en Huancaya, Vilca y Laraos

Había escuchado hablar de Huancaya desde hace 2 años, cuando fuimos a Choquequirao. César ya había ido y quería regresar. Desde entonces escuché a otros hablar de Huancaya (cada vez se hacía más popular entre los destinos "impopulares" sólo para trekkeros) y vi varios álbumes de fotos, entre ellas las de un fotógrafo profesional. El lugar se veía alucinante, pero seguí la consigna de "ver para creer".

La ruta de trekking TSS/UPC tenía como meta de Semana Santa llegar a Huancaya y Vilca por la ruta del Pariaccaca, pero dada nuestra pobre performance en las salidas previas decidimos no ir y buscar una salida alterna, mucho más light (incluso barajamos la posibilidad de un viaje común y corriente, de esos con city tour y hoteles cómodos). Feliz y oportunamente, César me pasó el programa de Mario López para Huancaya, Vilca y Laraos. Mario organiza salidas con un grupo de gente "de peso" (ya no tan jovencitos como los upecinos con los que solemos trekkear), así que el plan sonó perfecto. Además, el costo era menor en comparación con otros grupos que tenían el mismo itinerario. César también se apuntó para la salida, con Silvana y Dieguito.

Acá vale la pena hacer un paréntesis para los muchos que no saben qué es Huancaya (no es la esposa de Huancayo, por si acaso) ni dónde queda. Extracto del programa enviado por Mario: "En el sudeste del departamento de Lima se encuentra la provincia de Yauyos, la misma que tiene 33 distritos. Dentro de ellos sobresalen Huancaya y su anexo Vilca, para muchos los lugares más hermosos de todo el departamento, y una de las zonas de mayor belleza escénica del Perú. Entre los 16 kilómetros. que separan Huancaya de Vilca, se encuentran un conjunto de interminables cascadas, bosques y lagunas; éstas últimas bajan como esclusas formadas por pequeñas cataratas de aguas blancas que contrastan con el increíble color verde de las lagunas. Destacan las de Huallhua, Huarimarca y Huascacocha. En la parte alta de Vilca se encuentra la laguna Papacocha que forma una impresionante caída de aguas cuyas rocas se cubren con enormes superficies de un musgo verdísimo, y enmarcada por un bosque de quisuares, chachacomos y queñuales."

Llegar a Yauyos, que en el mapa se ve tan cerca de la capital, no es nada fácil. Hay que recorrer ciento y pico kilómetros de la Panamericana Sur y otros ciento y pico más de la carretera que pasa por Cañete, que en gran parte es trocha y va de subida. No cualquier carro puede hacer el recorrido.

Nos encontramos el jueves 5 de abril a las 6 am en el parque que está detrás de lo que fue el cine Orrantia, con nuestras mochilas, sleepings y bastones. A los pocos minutos llegó el transporte: una coaster y una van. Cargamos el equipaje en la parrilla de la coaster y nos ubicamos en la misma. A las 7 am, con casi todos a bordo (menos dos personas a quienes recogimos en el camino) partimos rumbo a Yauyos.

Jueves 5 de abril

07:00 Inicio de la ruta, por la Panamericana Sur. Paramos unos minutos en el grifo que está antes del peaje.

08:10 Paramos en el grifo de Asia para ir al baño.

10:00 Paramos en Lunahuaná para tomar desayuno en el restaurante "Mi Rosedal". La carta no era muy surtida, pero el desayuno estuvo bueno. Cabe mencionar que es el único restaurante en el que he visto el item "Porción de hielo" (a 3 soles) en el menú.


11:35 Ya bien desayunados retomamos nuestro rumbo. En un punto (no recuerdo el kilómetro) se acaba el asfalto y empieza la trocha. El lugar es bastante desértico y el camino es disparejo, de modo que todo vehículo que pasa por ahí levanta una cantidad impresionante de tierra. En gran parte del recorrido en la trocha cabe un solo vehículo, así que Noé, nuestro conductor, debió retroceder muchas veces para ceder el paso.

15:40 En una zona de piedras y agua (típica de comercial de autos 4 x 4) se quedó la van atorada. Tuvieron que bajar todos los ocupantes y logró pasar. Atrás iba una Nissan Xtrail que también sufrió para pasar, con lo cual quedé decepcionada de dicho vehículo.

17:20 Pasamos por Llapay. En el programa se había contemplado almorzar ahí si había comida, pero era un pueblo casi fantasma, así que pasamos de largo.

17:50 Paramos veinte minutos en Tinco Alis para cargar combustible al estilo de los pueblitos del interior: con galonera y embudo.

18:23 Las subidas del terreno y la mala calidad de la gasolina vencieron a nuestra coaster. Tuvimos que bajar y caminar ciertos trechos.

18:42 Pasamos por el Puente Vilca.

19:12 Pasamos por el pueblo Vitis.

19:30 Llegamos a Huancaya! Los alrededores de la plaza estaban llenos de carros estacionados (la mayoría 4x4), con lo cual comprobé mi sospecha de que el lugar se está haciendo conocido y nos enfrentamos al problema del hospedaje. Los pocos que hay en ese pueblo tan pequeño tenían habitaciones ya ocupadas por los que llegaron antes que nosotros. Mario hizo las coordinaciones necesarias con Ninoska (no era rusa, por si acaso), quien atendía el hospedaje que habíamos reservado. Nos consiguió habitaciones en otros hospedajes y unas personas de la dirección de turismo nos prestaron un salón municipal. Mario repartió a la gente según el orden de inscripción a la salida. A nosotros (César, Silvana, Diego, Alvaro y yo) nos tocó una habitación con cuatro camas, bastante decente. El baño era común y tenía ducha eléctrica... pero no había corriente. Acomodamos nuestras cosas y fuimos al restaurante "Tradición" (de la familia de Ninoska) para cenar. Alvaro y yo comimos una trucha buenaza a la parrilla, que vino con arroz, papa, choclo con mayonesa y huevo frito (pedido por nosotros). Los precios estaban bastante cómodos (sopa a S/. 2.50, picante de carne a S/. 2.00, la trucha a S/. 6.00 y S/. 7.00 con huevo). Lo único que no convenció fue el mate de coca que estaba transparente. César empezó a mencionar la frase "un verdadero trekker..." para aludir a cosas que se suponen que un verdadero trekker debe o no debe hacer. Por supuesto, la conclusión fue que ninguno de nosotros es un verdadero trekker.

Viernes 6 de abril

06:00 Luego de despertarnos a las 04:00 con la alarma del celular de César, dormimos hasta las 06:00. A esa hora me bañé con agua helada, una vez más como otras tantas en la sierra. El dueño del hospedaje nos comunicó que teníamos que dejar el cuarto que estábamos ocupando porque estaba reservado para una familia. Nos acomodó en dos cuartos de dos camas cada uno, mucho menos cómodos que el anterior (sobre todo el de los Lozano, que tenía piso de tierra).

07:30 Tomamos desayuno en "Tradición". Alvaro y yo nos dimos el gusto de tomar leche fresca calientita, para acompañar a los tradicionales panes con queso y huevo frito.

09:36 Partimos rumbo al pueblo Vilca. Habría sido ideal ir trekkeando, pero es un camino de aproximadamente 5 horas a ritmo de citadino (hay bajadas y subidas y 16 km de separación), así que no nos quedaba otra que ir en carro. Saliendo de Huancaya empieza el espectáculo del agua, por el que vale la pena viajar 12 horas y llenarse de tierra en el camino. El río se convierte en un conjunto de cascadas, estanques, lagos, cataratas, todos con aguas de distintas tonalidades (verdes, turquesas y toda la gama entre ellas) y super cristalina, tanto que se puede ver el fondo a la distancia. También hay una piscigranja de truchas y algunos pescadores con cordel en las orillas.


12:00 Nos encontramos con un inconveniente: una parte del camino (unos 5 metros) había sido cubierta por agua y dudamos que la coaster pudiera pasar. Decidimos dejar el carro ahí y pasar caminando sobre piedras. Más adelante nos encontramos con otra zona de agua, esta vez más larga y sin piedras por dónde pasar. Algunos se quitaron los zapatos y cruzaron caminando. Justo cuando Alvaro y yo nos estábamos quitando los zapatos apareció la coaster, así que subimos los que aún no habíamos pasado y llegamos al otro lado. La coaster nos llevó hasta un lugar donde emprendimos un pequeño trekking que se inició en el pueblo de Vilca, bastante pequeño y no muy pintoresco. Caminamos hasta una catarata impresionante formada por una escalera natural de roca por la que desciende el agua con fuerza. Según César, se llama "escalera al cielo". Al lado está el bosque sumergido, que no es más que eso: un bosque por el que pasa el río, realmente impresionante. Seguimos caminando rumbo a la laguna Papacocha.


14:30 Emprendimos el regreso, en medio de una lluvia con truenos que duró poco.

15:15 Abordamos el vehículo para el retorno.

16:30 Llegamos a Huancaya. Había luz, así que tuvimos la esperanza de cargar las pilas de mi cámara y de encontrar agua caliente para el baño. Ninguna de las dos cosas se pudieron concretar, porque el voltaje era muy pobre para mi cargador y porque la ducha eléctrica no funcionaba. Alvaro se bañó con agua helada.

17:15 Fuimos a almorzar al mismo restaurante. Para variar, tardaron muchísimo en atendernos y la trucha (sólo con arroz y huevo frito) no estuvo a la altura de la de la noche anterior.

19:00 Tuvimos una reunión de coordinación en el salón municipal. Mario propuso cambiar el itinerario del día siguiente dado que era probable que el transporte no pudiera trepar para ir al pueblo de Miraflores. Se decidió eliminar esta visita e ir de frente a Laraos para almorzar y hacer una caminata. Algunos se quedaron en el salón municipal para tomar el pisquito que había llevado Mario. Alvaro y yo fuimos a caminar un poco, tomar algo caliente y acostarnos. En la madrugada llovió y nos despertaron varias veces los músicos del pueblo (a partir de las 02:00) y la alarma de César (como siempre, a las 04:00).

Sábado 7 de abril

06:00 Nos levantamos y me bañé. Luego de empacar nuestras cosas y acomodarlas en la parrilla de la coaster tomamos desayuno.

09:00 Dimos una caminata por las afueras de Huancaya, siguiendo el curso del río que habíamos visto desde el carro el día anterior.



10:30 Subimos al carro y bajamos en Vitis. Ahí visitamos el cementerio y tomamos fotos desde el mirador.

11:40 Pasamos por la laguna Piquecocha.

13:23 Llegamos a Laraos. Está rodeado de cerros repletos de andenes. El pueblo está sobre una loma, las calles y algunas casas son de piedra y al lado está la laguna Cochapampa de aguas totalmente verdes. La plaza principal del pueblo tiene un detalle pintoresco: un sombrero gigante. Nos recibió el alcade con una breve reseña histórica. Además nos informó que no podíamos hacer las caminatas planeadas (por el borde de la laguna y hacia la catarata) porque ya no existía la orilla de la laguna donde hacía 2 años habían acampado algunos de los presentes (por el aumento del nivel del agua) y porque un huayco había tapado la caída de la catarata. Nuevamente Mario se encargó de acomodarnos en los cuartos disponibles, Alvaro y yo compartimos otra vez con los Lozano un cuarto de tres camas con baño propio. Luego de acomodarnos fuimos a almorzar. Esperábamos platos típicos de la zona pero las opciones fueron lomo saltado, carapulcra y picante de carne, a 4 soles el plato.


15:20 Empezamos el trekking por la trocha, sin ningún destino en particular. Empezó a llover nuevamente, justo cuando llegamos al punto de subida para la catarata tapada por el huayco. Subimos un poco y regresamos. Caminamos un poco más, hasta un puente en el que decidimos regresar para dar un paseo en bote por el lago Cochapampa.

17:00 Llegamos al lago, el bote estaba sin remos y no había nadie. Silvana localizó al encargado y nos embarcamos César, Diego, Alvaro y yo junto con dos remadores y un poblador más (supongo que era el suplente). El paseo duró casi una hora y fue super relajante.


18:00 Volvimos a tierra firme. Nos bañamos y fuimos a cenar. Los pobladores hicieron una fogata en la plaza y se reunió la gente alrededor de ella, escuchando música de arpa y tomando unos tragos. Alvaro y yo estuvimos ahí unos minutos y nos fuimos a acostar.

Domingo 8 de abril

06:00 Nos despertó el ruido de la gente caminando en el piso de arriba (el techo era de madera) y conversando afuera, además de la música típica y los anuncios en altavoz para los pobladores. Como a las 06:30 Alvaro y yo nos levantamos, me bañé y fuimos a desayunar. No había pan pero habíamos comprado algunos en Huancaya, así que los comimos con el queso y huevos fritos que pedimos y la leche Gloria evaporada que compramos porque lamentablemente no había fresca. Luego fuimos a caminar por el pueblo y compramos panes en una bodega. Más tarde nos enteramos de la existencia de una panadería escondida detrás de un portón de calamina. Fuimos y pudimos comprar pan fresquito, horneado minutos antes. Además de la frescura, su mayor contenido graso lo hacían mucho más rico que los otros panes que habíamos probado.



09:50 Emprendimos el regreso a Lima.

15:00 Paramos en la plaza de Lunahuaná para buscar dónde almorzar. Pensamos que encontraríamos restaurantes más baratos que "Mi Rosedal" pero no fue así. Además se demoraron en atendernos, pero al menos llenamos la barriga.

16:22 Seguimos nuestro camino hacia Lima.

17:30 Nos paró la policía de carretera. Yo estaba dormida pero me contó mi esposo que le hicieron señas a Noé para que pare y luego de saludar al policía, Noé siguió de largo. La camioneta nos siguió hasta que Noé paró. El objetivo, como siempre, era pedir coima, en este caso el precio de 3 galones de gasolina, alegando que César, quien estaba en el asiento del copiloto, no tenía el cinturón puesto (sí lo tenía). Tuvimos que regresar algunos metros hasta el grifo donde se cargó la gasolina.

19:40 Después de más de un susto por la velocidad a la que iba Noé para compensar el tiempo perdido en el incidente de la policía, llegamos a nuestro destino final: el ex cine Orrantia.

Un estudiante de la Pacífico nos entrevistó en la plaza de Huancaya. Entre otras cosas nos preguntó si volveríamos a visitar esos pueblos. No dudamos en responder que sí.

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Tuesday, April 03, 2007

Fin de semana aventurero

El fin de semana que pasó decidimos salir un poco de nuestras rutinas habituales:
Opción A: ir a Wong, lavar la ropa y limpiar la casa
Opción B: ir a trekkear

En lugar de eso, el sábado fuimos a San Bartolo para que Alvaro vuele un par de horas y el domingo hicimos puenting en el cañón de Autisha. Y sin querer queriendo en ambos casos terminamos lateando un poco, para variar.

El sábado llegamos temprano a San Bartolo. El turno era para las 2 pm y llegamos pocos minutos después de la 1, así que caminamos el buen trecho que separa el paradero del hangar. En la puerta del aeródromo nos encontramos con el ministro Garrido Lecca, quien se ofendió porque el vigilante le preguntó su nombre. Por supuesto que yo, de haber sido el vigilante, también se lo habría pedido porque nunca le había visto la cara al tipo. Pasó en su 4x4 seguido por una pickup en donde iban sus agentes de seguridad y nosotros seguimos nuestro camino a pie. Al llegar al hangar confirmamos nuestras sospechas: el ministro estaba volando y por consiguiente, se había robado el turno de mi esposo. Tuvimos que esperar una hora hasta que se desocupó el instructor que voló con el usurpador. Después Alvaro tuvo su curso de ingeniería, voló con el instructor y luego conmigo unos cuantos minutos (3 vueltas) porque el piloto del siguiente turno estaba esperando. Igual, el vuelo estuvo bueno y no necesité las bolsitas que había llevado.

De regreso a la casa recalamos en el Tip Top (ver post anterior), luego fuimos caminando a la casa para intentar bajar unas cuantas kilocalorías, meditamos por Hanna (la esposa del lama Ole, quien falleció esa tarde) y fuimos al bar Etnico a celebrar el cumple de Karina.

El domingo llegamos temprano a la casa (2:30 am... jaja), así que sólo pudimos dormir 3 horitas para la ansiada salida a Autisha para hacer puenting. Desde que salté desde el puente de Miraflores (creo que fue en el 96) había querido volver a hacerlo pero nadie se había animado a acompañarme. Finalmente, en una de las últimas salidas de trekking a San Mateo, Christian me contó que se estaba armando un grupo de saltadores en TSS liderado por JC. Así que nos pusimos en contacto, empezó la planificación y quedó reducido el grupo a 4: JC, Paul, Alvaro y yo. Los demás quedaron fuera por diversos motivos (desde miedo hasta un compromiso para una chupeta imposible de declinar).

Así que anteayer muy temprano llegamos a la Curaçao de la Arequipa con Javier Prado. Paul y JC ya estaban ahí. Esperamos unos minutos más y llegaron Marco con su enamorada Maritza y Gabby en un taxi. Son chicos de la Católica que también estaban en el grupo programado para ese día. Un rato después llegaron Freddy y Kella (los encargados del puenting) en una combi. Después del saludo y el desayuno (keke y bebida caliente) partimos rumbo al valle de Santa Eulalia. Paramos en una panadería de Chaclacayo para reforzar el desayuno y/o ir al baño y luego en el pueblo de Huinco, muy cerca a nuestro destino, donde también había comida (golosinas, paltas y chirimoyas) y baño.

Unos minutos después pudimos divisar a lo lejos un cerro con forma de cabeza de gorila y el puente de salto a su derecha. Al llegar al lugar pudimos comprobar que el cañón de Autisha es realmente alto y que las paredes de rocas se ven peligrosamente cerca. Mientras Kella y Freddy instalaban las cuerdas tuvimos tiempo para bajar por las rocas para reconocer el terreno por el que teníamos que subir después de los saltos.


Luego llegó el momento de ponerse los arneses. Yo decidí ir primero y JC segundo. Subí a la baranda apoyándome en los hombros de Freddy y JC y pude revivir el momento en el que el cerebro deja de pensar. De pie frente al abismo, con estímulos sensoriales como el viento y el sonido del río super caudaloso abajo, no queda nada más que observar sin analizar y respirar unas cuantas veces antes de saltar. Sólo faltaba escuchar a Tool o DT para que el momento sea perfecto. Luego de saltar, vi los alrededores en cámara lenta, aún sin pensar en nada. La caída dura pocos segundos si la ves desde el puente, si estás dentro del arnés, es eterna. Luego del tirón de la cuerda viene el péndulo (me acordé del Octavarium), que en mi caso fue boca abajo porque fue así como caí, en medio de la desubicación inherente al salto. Después de un rato en el que no me importó para nada estar mirando de frente el abismo pude voltearme y descansar suspendida boca arriba, muchos metros encima del fondo del cañón. Kella me lanzó una cuerda para poder llegar a tierra firme y me desconectó los cables. Subí por las rocas hasta la base del puente, con satisfacción porque todo estuvo bien pero ganas de saltar de nuevo para corregir mi posición y quedar como debía ser, boca arriba.


Nada le quita al salto de Miraflores el mérito de haber sido el primero. Salté poco después de cumplir los 18 años, porque ya tenía edad para firmar mi acuerdo de responsabilidad y fue atemorizante e intenso pero la altura era mucho menor y el paisaje no le llega a los talones a Autisha. Eso sí, recuerdo que me atemorizó un poco el hecho de descender en medio de los carros (porque ahí soltaban la cuerda después del penduleo hasta que uno toque el piso y se desconecte de los cables). También recuerdo que me temblaban las piernas y que al día siguiente me dolía todo el cuerpo, pero esta vez me di cuenta de que eran síntomas de la falta de ejercicio en aquella época.

JC saltó segundo, parado en el puente (no en la baranda), de cara al vacío, luego de dudarlo durante un par de minutos (primero contó 1 - 2 - 3 y no saltó, luego se impulsó pero no se soltó). Finalmente se animó y saltó, moviendo las piernas como los dibujos animados cuando tratan de correr en el aire. Se le vio feliz y liberado del stress, dispuesto a saltar una vez más.

Los siguientes en saltar fueron Marco y Paul. Luego de despedirse de Maritza (por si las moscas), Marco saltó desde la baranda y de cara al vacío con un grito de libertad total y una cara de satisfacción, también dispuesto a repetir la experiencia.

Paul también saltó con el mismo estilo, pero se impulsó más que los demás, por lo que disfrutó de mayor recorrido. No dijo ni pío pero lo disfrutó tanto como los demás y también se anotó para la repetición.

El plan original de Maritza no era saltar, sino acompañar a Marco, pero la tratamos de animar después de cada salto. Ella dijo que iba a esperar a que todos repitan para decidirse y, al menos yo, no le creí. Los siguientes en saltar fueron Alvaro y Gabby. Alvaro quiso arrepentirse pero no le dejé. Decidió saltar de espaldas al vacío, porque es menos aterrador que de cara, pero una vez encima de la baranda dijo "así nomás" y saltó, pero no hacia adelante sino que se dejó caer. Aún así se columpió y regresó sano y salvo pero sin ganas de repetir.


El último turno de la primera vuelta fue de Gabby. Se paró en la baranda pero le ganó el miedo y bajó. Freddy utilizó mil argumentos para tratar de convencerla de saltar y finalmente lo logró, pero de espaldas al vacío y luego de varios minutos de indecisión. De regreso en el puente dijo algo así como "no era tan valiente como pensaba" pero el consenso fue que si saltó, sí lo es.

La segunda vuelta arrancó de nuevo conmigo. El viento había empezado a soplar con fuerza, así que daba un poco más de miedo pararse en la baranda y tratar de respirar el aire que trataba de meterse con más fuerza de la necesaria por la nariz. Igual que la primera vez, sin pensar en absolutamente nada, salté y di bien la vuelta. No dije ni pío, como aquella vez en Miraflores así que alguien desde el puente me gritó que diga algo para saber que andaba bien. Este salto seguramente duró lo mismo que el primero pero se me pasó en un quinto del tiempo y lo disfruté mucho menos.

El siguiente en saltar fue Paul, una vez más logró impulsarse bastante, tanto que al hacer la primera vuelta del péndulo apareció a la altura del puente y después nos contó que llegó a ver el piso del mismo. Marco también saltó nuevamente, con sus gritos antiestrés característicos. Mientras repartían el almuerzo (2 mandarinas, pan con pollo, galletas Coronita de chocolate, jugo Gloria en cajita, un chupetín y un caramelo de menta - el almuerzo más rico de nuestras vidas) Maritza se animó a ponerse el arnés y empezó otra sesión de terapia con Freddy para lograr soltarse, también de espaldas al vacío y con gritos que fácilmente podrían usarse en películas de terror.

El sentimiento común era de alegría, de satisfacción por haber logrado algo, por haber probado que podíamos hacerlo. A pesar de que no era la primera vez para mí, el entorno era a la vez más atemorizante y desestresante. Pero como se comprobó que el segundo salto no es igual que el primero, decidimos dejar pasar unos meses antes de saltar de nuevo.

Nos trepamos a la combi y tras una breve sesión fotográfica Freddy nos condujo hacia el fondo del cañón (previa parada por desperfectos mecánicos). Es una zona de cultivo de paltas y crianza de gallinas, por la que la dueña nos dejó caminar hasta llegar a una pared de roca por la que apareció Freddy con su casco y linterna frontal. Desde ahí vimos el puente desde abajo (ver foto). El minitrekking (en medio de unas gotas de lluvia que empezaban a caer) fue propicio para tomar unas fotos más, luego de lo cual emprendimos el regreso.


Tuvimos que parar involuntariamente una vez más porque al bus que iba delante nuestro se le bajó una llanta. Alvaro y yo aprovechamos para ir al baño. Luego de reanudar el viaje, paramos en Huinco de nuevo, esta vez para comer anticuchos, papa rellena, cachangas, etc., quedando satisfechos para el par de horas que faltaban hasta llegar a Lima.

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Tuesday, March 20, 2007

Peregrinación a Jerusalén

No, no ESE Jerusalén, sino un cerro con cruces cercano al pueblo de Chicla, cercano a San Mateo. Llegamos a Jerusalén por error, un error casual de nuestro guía de rutas Julio, quien olvidó llevar el mapa de la ruta a la laguna Nevería.

Una vez más nos encontramos en la panadería Marcela del Ovalo Santa Anita (la de los productos horneados con más colorante amarillo prohibido en el resto del planeta) aproximadamente a las 6 pm. Eramos 9 personas las que partimos rumbo a Chosica. Allá nos encontramos con un miembro más y tomamos la coaster con destino a San Mateo, en donde decidimos probar un hospedaje que conocíamos sólo por referencia: el Hospedaje Patrón (del que son caseritos los Aire Puro) que nos costó 5 soles más que el albergue pero estuvo mil veces mejor. Nos repartimos en los 4 cuartos que tuvimos asignados (con 8 camas, así que Alvaro y yo dormimos en una, al igual que una parejita de chicos cuyos nombres no revelaré para evitar malos entendidos).


Luego de acomodar nuestras pertenecias salimos al Rancho (el de San Mateo, no el de la Av. Benavides), el único restaurante de la zona que atiende hasta tarde y cenamos. Nos acostamos a las 12 y pico y la mayoría durmió bastante bien.

Julio nos despertó a las 5 am, hora de alistarse y hacer cola para ir al baño. Luego esperamos a los colectivos que el dueño del hospedaje había contactado para que nos lleven a Chicla. Salimos como a las 6 am y llegamos aproximadamente media hora después.


Empezamos a subir como a las 7, el paisaje era increíble, gracias a las lluvias el verdor y las flores estaban en su máxima expresión. Atrás dejábamos a los nevados y los cerros con cultivos y adelante nos esperaba un camino duro, en parte por el desnivel pero sobre todo por la altura (partimos de los 3800 msnm).

El estado físico que me ayudó a llegar a Choquequirao aún no regresa a mí. La mala respiración y la altura me detenían cada vez más seguido. Llegamos a una pequeña laguna en donde desemboca una cascada formada - asumo - por el agua de la Laguna Nevería. De ahi seguimos el camino por una subida que nos llevó al cerro de las cruces. Más allá no había camino. Por primera vez llegamos a la meta equivocada y aunque ahora es una anécdota más de la ruta en el momento no causó mucha gracia. Se habló de regresar varios kilómetros hasta un punto donde la ruta se bifurcaba y seguir el otro camino, se habló de regresar hasta Chicla.



Emprendimos el retorno. Julio atravesó el terreno corriendo como poblador de la zona y llegó a un camino que le pareció el correcto. Algunos lo siguieron pero Alvaro, Pepe, César y yo decidimos regresar hasta Chicla. Eran las 10:30 am así que podríamos llegar a Lima temprano y descansar para un día más de trabajo. Nos detuvimos en la lagunita para tomar desayuno y luego seguimos nuestro camino hasta la carretera, en donde tomamos un bus interprovincial que nos llevó hasta Santa Anita.


Ayer me enteré que el otro grupo tampoco llegó a la laguna Nevería porque Claudia se puso mal por efectos de la altura. Así que queda pendiente una visita más, ahora que sabemos por dónde no ir.

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Friday, March 16, 2007

San Mateo, round 2

Cuando pienso en el nombre San Mateo, pienso en el agua de mesa. Recuerdo las botellas antiguas que tenía mi tío en su cuarto hace años luz. Pensar en el agua San Mateo es como volver a los ochentas, como pensar en la Pasteurina, la Copa Esmeralda con merengue o los chocolates Juguete de Motta. Hace 2 sábados visité San Mateo por primera vez. Ahí recalamos para trekkear a la laguna Rapagna. Pasamos por el lugar donde se embotella la famosa agua San Mateo y la verdad no pareció la gran cosa. Seguramente en los ochentas lo fue.

San Mateo nos recibió con un albergue barato para pasar la noche, un restaurante abierto hasta tarde para comer algo decente y una bodega al pie de la carretera para cubrirnos de la lluvia y calentarnos con un mate después de varias horas de caminata.

Mañana San Mateo nos espera nuevamente, seguramente con los mismos camarotes y el mismo plato para llevarnos a un nuevo destino (la laguna Nevería, a los mismos 4500 msnm de Rapagna) como parte de la preparación para la ruta de Semana Santa, o más bien, preparación para todos las rutas y destinos que nos esperan, que con suerte serán muchos y muy diversos.

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Monday, March 05, 2007

Rapagna, por la ruta "fácil"

Mi esposo y yo nos apuntamos al cuarto trekking del plan de preparación para semana santa en Huancaya-Vilcas por la ruta del Pariacacca. Este calendario de salidas fue armado por los trekkeros UPC/TSS, considerando un trekking cada dos semanas empezando a fines de enero y aumentando la dificultad cada vez, para poder llegar aptos a la meta en abril. Por varios motivos yo no pude ir a las 3 primeras salidas (siendo los más importantes que César no me avisó y todo el asunto del matri), así que el fin de semana que pasó fue nuestra primera salida después de tiempo.

La reunión había sido pactada en la clásica panadería Marcela del Ovalo Santa Anita para el sábado a las 18:00. Nosotros, sabiendo que por el tráfico normalmente nos toma 1 hora llegar desde la casa de mis padres, decidimos ser aún más precavidos y salimos con 1 hora y 20 minutos de anticipación. No había tráfico y llegamos en 30 minutos, lo cual nos dejó con 50 minutos para "hacer hora". Lo hicimos de la única forma que conocemos: comiendo. En realidad nos empachamos porque la gente empezó a llegar a las 18:15 aproximadamente, así que pronunciamos una de nuestras mentiras clásicas "en la noche no comemos nada" mientras esperábamos que lleguen todos. En total éramos 13 personas: Moisés con su primo, Julio con sus amigos de la UPC, Alvaro y yo.

Como las combis a Chosica pasaban llenas decidimos ir en colectivo. Una vez allá conseguimos una coaster vacía que nos llevó a San Mateo. Nos hospedamos en un albergue, en un cuarto grande con varios camarotes en el que había un viejito durmiendo, a quien, dicho sea de paso, despertamos con la bulla. El albergue era remisio y tenía el olor que puede esperarse de una tarifa de 5 soles por cabeza. Dejamos nuestra camas tendidas y la mayoría partió a buscar algo caliente para comer. Encontramos un restaurante a unas cuantas cuadras del albergue y tuvimos una comida decente por un precio de provincia. Lo mejor, por supuesto, fue tomar un mate de coca calientito a esas alturas de la noche, con el frío típico de esos pueblitos.


Regresamos al albergue a dormir lo mejor que pudimos con la incomodidad de los colchones, el frío y los ocasionales ronquidos. A las 5:30 del domingo sonó la alarma de Julio y nos alistamos para el trekking. No tomamos desayuno porque a esa altura (3500 msnm) era probable que terminara fuera de nuestros estómagos. Tomamos 3 colectivos con rumbo al punto de inicio de la ruta, al pie de la carretera. La subida empezó como todas, uno siente que el cuerpo se va adaptando a la altura y que las piernas empiezan a calentarse para el esfuerzo que vendrá.


De arranque Julio nos llevó por un atajo improvisado lleno de plantas que me hizo recordar a Choquequirao. Transgredimos una cerca con alambre de púas y empezamos por el camino marcado. Empezaron los estragos de la altura que se acrecentaban con cada paso en el camino a los 4550 msnm. El clima estaba cambiante, por ratos sol, por ratos aire helado. La altura y la falta de práctica me mataron. Llegamos al punto en que la ruta se bifurca y nos detuvimos a tomar la decisión de ir por la ruta fácil o por la difícil (Uña de Gato). Algunos querían seguir la difícil pero finalmente Julio propuso seguir todos por la fácil y, una vez en la laguna, optar por bordear los cerros y andar parte de la ruta difícil.
Había leído que la ruta corta era bastante fácil pero la verdad es que para mí y algunos más llegar a pocos metros de la meta fue un verdadero suplicio. Alvaro y yo no avanzamos esos metros porque nos dijeron que la neblina no dejaba ver más allá de la orilla de la laguna y además el frío allá arriba estaba insoportable. Tras 6 horas de caminata demasiado inconstante dimos media vuelta y empezamos el descenso.


En ese momento las cosas cambiaron. Como siempre, a mí me afecta el ascenso y a Alvaro el descenso. Los estragos de la altura abandonaron automáticamente mi organismo y se fueron al de Alvaro. En la bajada sólo quedábamos Julio con su enamorada y nosotros dos. Bajamos a ritmo casi constante, con paradas ocasionales para que Alvaro y Gianina descansen. Nos detuvimos en el camino para comer algo y reanudamos el paso cuando empezó a garuar. La garúa se convirtió luego en granizo y después en lluvia. Realmente valió la pena haber llevado impermeable. Bajamos lo más rápido que pudimos y casi en la carretera nos encontramos con César, a quien no habíamos visto anteriormente porque siguió la ruta de Uña de Gato.

Una vez abajo, a las 16:00, encontramos a los demás tomando mate de coca y comiendo pancitos en una tienda. Nos sentamos también para calentarnos mientras esperábamos a los colectivos que habían prometido volver por nosotros a las 16:30. Llegó uno de ellos casi a las 17:00 y subimos los que pudimos (antes había llegado otro colectivo en el que se fueron 4 trekkeros). Partimos rumbo a San Mateo, luego Alvaro y yo tomamos una coaster a Chosica, otra a Santa Anita y finalmente un taxi a nuestra casa porque ya no aguantábamos estar con la ropa mojada y el soroche encima.

Queda pendiente un próximo trekking a Rapagna por la ruta difícil, previa preparación física para no volver a hacer roche.

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