Fin de semana aventurero
Opción A: ir a Wong, lavar la ropa y limpiar la casa
Opción B: ir a trekkear
En lugar de eso, el sábado fuimos a San Bartolo para que Alvaro vuele un par de horas y el domingo hicimos puenting en el cañón de Autisha. Y sin querer queriendo en ambos casos terminamos lateando un poco, para variar.
El sábado llegamos temprano a San Bartolo. El turno era para las 2 pm y llegamos pocos minutos después de la 1, así que caminamos el buen trecho que separa el paradero del hangar. En la puerta del aeródromo nos encontramos con el ministro Garrido Lecca, quien se ofendió porque el vigilante le preguntó su nombre. Por supuesto que yo, de haber sido el vigilante, también se lo habría pedido porque nunca le había visto la cara al tipo. Pasó en su 4x4 seguido por una pickup en donde iban sus agentes de seguridad y nosotros seguimos nuestro camino a pie. Al llegar al hangar confirmamos nuestras sospechas: el ministro estaba volando y por consiguiente, se había robado el turno de mi esposo. Tuvimos que esperar una hora hasta que se desocupó el instructor que voló con el usurpador. Después Alvaro tuvo su curso de ingeniería, voló con el instructor y luego conmigo unos cuantos minutos (3 vueltas) porque el piloto del siguiente turno estaba esperando. Igual, el vuelo estuvo bueno y no necesité las bolsitas que había llevado.
De regreso a la casa recalamos en el Tip Top (ver post anterior), luego fuimos caminando a la casa para intentar bajar unas cuantas kilocalorías, meditamos por Hanna (la esposa del lama Ole, quien falleció esa tarde) y fuimos al bar Etnico a celebrar el cumple de Karina.
El domingo llegamos temprano a la casa (2:30 am... jaja), así que sólo pudimos dormir 3 horitas para la ansiada salida a Autisha para hacer puenting. Desde que salté desde el puente de Miraflores (creo que fue en el 96) había querido volver a hacerlo pero nadie se había animado a acompañarme. Finalmente, en una de las últimas salidas de trekking a San Mateo, Christian me contó que se estaba armando un grupo de saltadores en TSS liderado por JC. Así que nos pusimos en contacto, empezó la planificación y quedó reducido el grupo a 4: JC, Paul, Alvaro y yo. Los demás quedaron fuera por diversos motivos (desde miedo hasta un compromiso para una chupeta imposible de declinar).
Así que anteayer muy temprano llegamos a la Curaçao de la Arequipa con Javier Prado. Paul y JC ya estaban ahí. Esperamos unos minutos más y llegaron Marco con su enamorada Maritza y Gabby en un taxi. Son chicos de la Católica que también estaban en el grupo programado para ese día. Un rato después llegaron Freddy y Kella (los encargados del puenting) en una combi. Después del saludo y el desayuno (keke y bebida caliente) partimos rumbo al valle de Santa Eulalia. Paramos en una panadería de Chaclacayo para reforzar el desayuno y/o ir al baño y luego en el pueblo de Huinco, muy cerca a nuestro destino, donde también había comida (golosinas, paltas y chirimoyas) y baño.
Unos minutos después pudimos divisar a lo lejos un cerro con forma de cabeza de gorila y el puente de salto a su derecha. Al llegar al lugar pudimos comprobar que el cañón de Autisha es realmente alto y que las paredes de rocas se ven peligrosamente cerca. Mientras Kella y Freddy instalaban las cuerdas tuvimos tiempo para bajar por las rocas para reconocer el terreno por el que teníamos que subir después de los saltos.
Luego llegó el momento de ponerse los arneses. Yo decidí ir primero y JC segundo. Subí a la baranda apoyándome en los hombros de Freddy y JC y pude revivir el momento en el que el cerebro deja de pensar. De pie frente al abismo, con estímulos sensoriales como el viento y el sonido del río super caudaloso abajo, no queda nada más que observar sin analizar y respirar unas cuantas veces antes de saltar. Sólo faltaba escuchar a Tool o DT para que el momento sea perfecto. Luego de saltar, vi los alrededores en cámara lenta, aún sin pensar en nada. La caída dura pocos segundos si la ves desde el puente, si estás dentro del arnés, es eterna. Luego del tirón de la cuerda viene el péndulo (me acordé del Octavarium), que en mi caso fue boca abajo porque fue así como caí, en medio de la desubicación inherente al salto. Después de un rato en el que no me importó para nada estar mirando de frente el abismo pude voltearme y descansar suspendida boca arriba, muchos metros encima del fondo del cañón. Kella me lanzó una cuerda para poder llegar a tierra firme y me desconectó los cables. Subí por las rocas hasta la base del puente, con satisfacción porque todo estuvo bien pero ganas de saltar de nuevo para corregir mi posición y quedar como debía ser, boca arriba.
Nada le quita al salto de Miraflores el mérito de haber sido el primero. Salté poco después de cumplir los 18 años, porque ya tenía edad para firmar mi acuerdo de responsabilidad y fue atemorizante e intenso pero la altura era mucho menor y el paisaje no le llega a los talones a Autisha. Eso sí, recuerdo que me atemorizó un poco el hecho de descender en medio de los carros (porque ahí soltaban la cuerda después del penduleo hasta que uno toque el piso y se desconecte de los cables). También recuerdo que me temblaban las piernas y que al día siguiente me dolía todo el cuerpo, pero esta vez me di cuenta de que eran síntomas de la falta de ejercicio en aquella época.
JC saltó segundo, parado en el puente (no en la baranda), de cara al vacío, luego de dudarlo durante un par de minutos (primero contó 1 - 2 - 3 y no saltó, luego se impulsó pero no se soltó). Finalmente se animó y saltó, moviendo las piernas como los dibujos animados cuando tratan de correr en el aire. Se le vio feliz y liberado del stress, dispuesto a saltar una vez más.
Los siguientes en saltar fueron Marco y Paul. Luego de despedirse de Maritza (por si las moscas), Marco saltó desde la baranda y de cara al vacío con un grito de libertad total y una cara de satisfacción, también dispuesto a repetir la experiencia.
Paul también saltó con el mismo estilo, pero se impulsó más que los demás, por lo que disfrutó de mayor recorrido. No dijo ni pío pero lo disfrutó tanto como los demás y también se anotó para la repetición.
El plan original de Maritza no era saltar, sino acompañar a Marco, pero la tratamos de animar después de cada salto. Ella dijo que iba a esperar a que todos repitan para decidirse y, al menos yo, no le creí. Los siguientes en saltar fueron Alvaro y Gabby. Alvaro quiso arrepentirse pero no le dejé. Decidió saltar de espaldas al vacío, porque es menos aterrador que de cara, pero una vez encima de la baranda dijo "así nomás" y saltó, pero no hacia adelante sino que se dejó caer. Aún así se columpió y regresó sano y salvo pero sin ganas de repetir.
El último turno de la primera vuelta fue de Gabby. Se paró en la baranda pero le ganó el miedo y bajó. Freddy utilizó mil argumentos para tratar de convencerla de saltar y finalmente lo logró, pero de espaldas al vacío y luego de varios minutos de indecisión. De regreso en el puente dijo algo así como "no era tan valiente como pensaba" pero el consenso fue que si saltó, sí lo es.
La segunda vuelta arrancó de nuevo conmigo. El viento había empezado a soplar con fuerza, así que daba un poco más de miedo pararse en la baranda y tratar de respirar el aire que trataba de meterse con más fuerza de la necesaria por la nariz. Igual que la primera vez, sin pensar en absolutamente nada, salté y di bien la vuelta. No dije ni pío, como aquella vez en Miraflores así que alguien desde el puente me gritó que diga algo para saber que andaba bien. Este salto seguramente duró lo mismo que el primero pero se me pasó en un quinto del tiempo y lo disfruté mucho menos.
El siguiente en saltar fue Paul, una vez más logró impulsarse bastante, tanto que al hacer la primera vuelta del péndulo apareció a la altura del puente y después nos contó que llegó a ver el piso del mismo. Marco también saltó nuevamente, con sus gritos antiestrés característicos. Mientras repartían el almuerzo (2 mandarinas, pan con pollo, galletas Coronita de chocolate, jugo Gloria en cajita, un chupetín y un caramelo de menta - el almuerzo más rico de nuestras vidas) Maritza se animó a ponerse el arnés y empezó otra sesión de terapia con Freddy para lograr soltarse, también de espaldas al vacío y con gritos que fácilmente podrían usarse en películas de terror.
El sentimiento común era de alegría, de satisfacción por haber logrado algo, por haber probado que podíamos hacerlo. A pesar de que no era la primera vez para mí, el entorno era a la vez más atemorizante y desestresante. Pero como se comprobó que el segundo salto no es igual que el primero, decidimos dejar pasar unos meses antes de saltar de nuevo.
Nos trepamos a la combi y tras una breve sesión fotográfica Freddy nos condujo hacia el fondo del cañón (previa parada por desperfectos mecánicos). Es una zona de cultivo de paltas y crianza de gallinas, por la que la dueña nos dejó caminar hasta llegar a una pared de roca por la que apareció Freddy con su casco y linterna frontal. Desde ahí vimos el puente desde abajo (ver foto). El minitrekking (en medio de unas gotas de lluvia que empezaban a caer) fue propicio para tomar unas fotos más, luego de lo cual emprendimos el regreso.
Tuvimos que parar involuntariamente una vez más porque al bus que iba delante nuestro se le bajó una llanta. Alvaro y yo aprovechamos para ir al baño. Luego de reanudar el viaje, paramos en Huinco de nuevo, esta vez para comer anticuchos, papa rellena, cachangas, etc., quedando satisfechos para el par de horas que faltaban hasta llegar a Lima.
Labels: Trekking
1 Comments:
Hola Gaby,
Super mostro el dia del evento. La pasamos excelente con ustedes. Tu salto fue super y como toda buena patriota; siempre primero.
OK, sigue escribiendo. Saludos a Alvaro.
JC
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