29 años después
Hay ciertas comidas que me han gustado por temporadas. Por ejemplo: el cau cau (me gustaba de chica, ahora no lo como ni a balas), el melón (me gustó durante el año 2004, a partir de mis viajes a Chile), el pesto (me gustó hasta la adolescencia y me ha vuelto a gustar a partir del 2005), etc. Hay otras comidas que nunca me gustaron: la carapulcra, la lúcuma, la guanábana, la chirimoya y el coco. Las he comido en casos de emergencia (en los que no pude rechazar el plato ya servido, era lo único que había para comer, forma parte de algo que en conjunto sí me gusta como los champús, o estaba en una clase de cocina), pero en general he tratado de evitarlas a toda costa.
En los últimos meses tuve un par de antojos de helado de lúcuma. Raro, no? El 18 de marzo, en Chosica, Alvaro se compró uno y me invitó. En ese momento reconocí que me gustó. El sábado pasado fuimos al Tip Top (en uno de esos arranques de antojos en los que estás en el micro, ves un restaurante y te bajas) y pedimos una Tiptorella (recomendación del profe de pastelería Jorge Barrera) y un milkshake de lúcuma. Ambos buenazos. Cabe mencionar que el milkshake está hecho con helado de la casa y que pasó la prueba de la cañita (la cual, puesta al centro del vaso en posición vertical, se mantiene inamovible gracias al espesor de la bebida).
Este es el año en el que la lúcuma salió de mi lista de alimentos prohibidos. Veremos por cuánto tiempo se mantiene.
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