Monday, March 05, 2007

Rapagna, por la ruta "fácil"

Mi esposo y yo nos apuntamos al cuarto trekking del plan de preparación para semana santa en Huancaya-Vilcas por la ruta del Pariacacca. Este calendario de salidas fue armado por los trekkeros UPC/TSS, considerando un trekking cada dos semanas empezando a fines de enero y aumentando la dificultad cada vez, para poder llegar aptos a la meta en abril. Por varios motivos yo no pude ir a las 3 primeras salidas (siendo los más importantes que César no me avisó y todo el asunto del matri), así que el fin de semana que pasó fue nuestra primera salida después de tiempo.

La reunión había sido pactada en la clásica panadería Marcela del Ovalo Santa Anita para el sábado a las 18:00. Nosotros, sabiendo que por el tráfico normalmente nos toma 1 hora llegar desde la casa de mis padres, decidimos ser aún más precavidos y salimos con 1 hora y 20 minutos de anticipación. No había tráfico y llegamos en 30 minutos, lo cual nos dejó con 50 minutos para "hacer hora". Lo hicimos de la única forma que conocemos: comiendo. En realidad nos empachamos porque la gente empezó a llegar a las 18:15 aproximadamente, así que pronunciamos una de nuestras mentiras clásicas "en la noche no comemos nada" mientras esperábamos que lleguen todos. En total éramos 13 personas: Moisés con su primo, Julio con sus amigos de la UPC, Alvaro y yo.

Como las combis a Chosica pasaban llenas decidimos ir en colectivo. Una vez allá conseguimos una coaster vacía que nos llevó a San Mateo. Nos hospedamos en un albergue, en un cuarto grande con varios camarotes en el que había un viejito durmiendo, a quien, dicho sea de paso, despertamos con la bulla. El albergue era remisio y tenía el olor que puede esperarse de una tarifa de 5 soles por cabeza. Dejamos nuestra camas tendidas y la mayoría partió a buscar algo caliente para comer. Encontramos un restaurante a unas cuantas cuadras del albergue y tuvimos una comida decente por un precio de provincia. Lo mejor, por supuesto, fue tomar un mate de coca calientito a esas alturas de la noche, con el frío típico de esos pueblitos.


Regresamos al albergue a dormir lo mejor que pudimos con la incomodidad de los colchones, el frío y los ocasionales ronquidos. A las 5:30 del domingo sonó la alarma de Julio y nos alistamos para el trekking. No tomamos desayuno porque a esa altura (3500 msnm) era probable que terminara fuera de nuestros estómagos. Tomamos 3 colectivos con rumbo al punto de inicio de la ruta, al pie de la carretera. La subida empezó como todas, uno siente que el cuerpo se va adaptando a la altura y que las piernas empiezan a calentarse para el esfuerzo que vendrá.


De arranque Julio nos llevó por un atajo improvisado lleno de plantas que me hizo recordar a Choquequirao. Transgredimos una cerca con alambre de púas y empezamos por el camino marcado. Empezaron los estragos de la altura que se acrecentaban con cada paso en el camino a los 4550 msnm. El clima estaba cambiante, por ratos sol, por ratos aire helado. La altura y la falta de práctica me mataron. Llegamos al punto en que la ruta se bifurca y nos detuvimos a tomar la decisión de ir por la ruta fácil o por la difícil (Uña de Gato). Algunos querían seguir la difícil pero finalmente Julio propuso seguir todos por la fácil y, una vez en la laguna, optar por bordear los cerros y andar parte de la ruta difícil.
Había leído que la ruta corta era bastante fácil pero la verdad es que para mí y algunos más llegar a pocos metros de la meta fue un verdadero suplicio. Alvaro y yo no avanzamos esos metros porque nos dijeron que la neblina no dejaba ver más allá de la orilla de la laguna y además el frío allá arriba estaba insoportable. Tras 6 horas de caminata demasiado inconstante dimos media vuelta y empezamos el descenso.


En ese momento las cosas cambiaron. Como siempre, a mí me afecta el ascenso y a Alvaro el descenso. Los estragos de la altura abandonaron automáticamente mi organismo y se fueron al de Alvaro. En la bajada sólo quedábamos Julio con su enamorada y nosotros dos. Bajamos a ritmo casi constante, con paradas ocasionales para que Alvaro y Gianina descansen. Nos detuvimos en el camino para comer algo y reanudamos el paso cuando empezó a garuar. La garúa se convirtió luego en granizo y después en lluvia. Realmente valió la pena haber llevado impermeable. Bajamos lo más rápido que pudimos y casi en la carretera nos encontramos con César, a quien no habíamos visto anteriormente porque siguió la ruta de Uña de Gato.

Una vez abajo, a las 16:00, encontramos a los demás tomando mate de coca y comiendo pancitos en una tienda. Nos sentamos también para calentarnos mientras esperábamos a los colectivos que habían prometido volver por nosotros a las 16:30. Llegó uno de ellos casi a las 17:00 y subimos los que pudimos (antes había llegado otro colectivo en el que se fueron 4 trekkeros). Partimos rumbo a San Mateo, luego Alvaro y yo tomamos una coaster a Chosica, otra a Santa Anita y finalmente un taxi a nuestra casa porque ya no aguantábamos estar con la ropa mojada y el soroche encima.

Queda pendiente un próximo trekking a Rapagna por la ruta difícil, previa preparación física para no volver a hacer roche.

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