Wednesday, April 25, 2007

Fin de semana cocinero

El sábado fui a chambear en un evento de mi ex-profe Ignacio. Era una cena de matrimonio. El viernes la gente estuvo chambeando y avanzaron buena parte de la preparación. Cuando llegué al centro de operaciones me tocó porcionar atún, preparar un litro de bechamel y hacer el rancho del día: fideos con salsa huancaína (versión con pan de molde en lugar de galletas, queso mantecoso en lugar de fresco y leche fresca en lugar de evaporada, por limitaciones de insumos). Había muy poca salsa para la cantidad de fideos así que hubo que aplicar una buena cantidad de sal, pero al menos comimos. Partimos a eso de las 14:00 con la combi cargada (congelador, cocina, tablones para armar las mesas, menaje, etc.) y una vez allá (en la "pequeña" casa de La Planicie donde fue el matri) procedimos a organizar la cocina, que era en realidad una área casi cuadrada rodeada por un toldo en L, para que los invitados no se ganen con los pormenores del proceso de cocción y porcionamiento. Nuestra área estaba situada justo al costado de los dos baños químicos que habían alquilado los dueños de casa para la ocasión, supongo que para no arruinar sus baños de visita. Ignacio partió luego de dejarnos a recoger las cosas y personas que habían quedado en la casa.

Luego de armar la cocina organizamos la estación de bar y ayudamos con el armado de mesas: colocamos los centros y empezamos a poner los cubiertos. No terminamos porque Eduardo, el chef encargado, los contó mal y dejó buena parte en la casa. La solución fue enviar un taxi courier, cuyo costo fue cubierto con parte de los honorarios de Eduardo. Con esa experiencia supongo que aprenderá a contar por lo menos dos veces antes de salir del centro de operaciones. Luego acomodamos las servilletas (esas sobraron). Después se preparó los jugos (néctar concentrado + agua), se acomodó los platos de entrada y se dejó todo listo para arrancar con los piqueos a la hora pactada.

Ignacio partió una vez más con la camioneta, esta vez a Wong de La Planicie para comprar hielo y panes adicionales por si se acababan los que ya había comprado. Llegaron los bartenders sin implementos y sin intención de hacer su trabajo (exprimir limones, por ejemplo). Más tarde llegó Ignacio con un cocinero más y sin rancho porque nos olvidamos de decirle qué queríamos comer. Afinando detalles se pasaron los minutos y llegó el inicio de la ceremonia que fue corta y poco emotiva gracias a la voz robotizada del juez molinero. Enseguida se sirvió el champagne (mejor dicho espumante, porque dudo que hayan gastado en el merfi) y arrancamos con los bocaditos. El melón con prosciutto no se terminó y no culpo a los invitados porque la fruta se había fermentado un poquito. El paté tampoco se terminó, a pesar de que estaba buenazo. Lo que sí tuvo bastante acogida fue el carpaccio de lomo, que a mí la verdad no me inspiraba mucha confianza.

Una vez terminados los bocaditos nos dimos un respiro mientras nos disponíamos a servirnos chela de una jarra que Ignacio había pedido para nosotros pero llegó una señora emparentada con los novios y nos apuró con el servicio. Servimos la entrada: canelones de ricotta y espinaca con salsa bechamel de chuño (por error de Pedro, que pensó que la bolsita era de harina) y hojita de cedrón de decoración. Pese a nuestro temor de no llegar a las 120 porciones, llegamos y sobró. Mientras se calentaba el puré de pallares para el segundo. La ensalada ya estaba lista, así que una vez que se sirvió el último canelón arrancamos a calentar el atún previamente sellado a la parrilla, no en el horno sino directo al fuego en las fuentes en las que estaban. Se terminó de servir el segundo y no tardaron de llegar platos con ensalada y/o puré y/o atún (esos últimos eran la mayoría). Quedó demostrado que en el Perú aún la gente de mayor alcurnia no sabe comer atúnidos. Procedimos a meterle diente a lo que podíamos (los canelones y la ensalada con aderezo nikkei estuvieron buenísimos, el puré quedó medio quemado y ya estaba un poco agrio y el atún ya estaba frío). Finalmente se sirvió el postre que ya estaba hecho: spumone de menta con chocolate rallado, sencillo pero perfecto. Me comí como 4.

Rápidamente procedimos a cargar lo que pudimos en la combi, incluyendo a Pedro y a mí: los afortunados en regresar antes del fin de fiesta. Los demás se quedaron para preparar la mesa de sánguches de pavo a la 1 am y esperar a que acabe todo el servicio a las 3 am. Bajamos las cosas en la casa de Ignacio y el partió para un segundo y tercer viaje con el resto de cosas y personal.

El domingo tenía planeado probar una receta publicada en la página de John Berardi, uno de los gurús de la nutrición para deportistas. A pesar del cansancio cociné las albóndigas de pavita con salsa marinara y camote horneado y quedó como repertorio para los fines de semana.

Tuesday, April 10, 2007

Semana Santa en Huancaya, Vilca y Laraos

Había escuchado hablar de Huancaya desde hace 2 años, cuando fuimos a Choquequirao. César ya había ido y quería regresar. Desde entonces escuché a otros hablar de Huancaya (cada vez se hacía más popular entre los destinos "impopulares" sólo para trekkeros) y vi varios álbumes de fotos, entre ellas las de un fotógrafo profesional. El lugar se veía alucinante, pero seguí la consigna de "ver para creer".

La ruta de trekking TSS/UPC tenía como meta de Semana Santa llegar a Huancaya y Vilca por la ruta del Pariaccaca, pero dada nuestra pobre performance en las salidas previas decidimos no ir y buscar una salida alterna, mucho más light (incluso barajamos la posibilidad de un viaje común y corriente, de esos con city tour y hoteles cómodos). Feliz y oportunamente, César me pasó el programa de Mario López para Huancaya, Vilca y Laraos. Mario organiza salidas con un grupo de gente "de peso" (ya no tan jovencitos como los upecinos con los que solemos trekkear), así que el plan sonó perfecto. Además, el costo era menor en comparación con otros grupos que tenían el mismo itinerario. César también se apuntó para la salida, con Silvana y Dieguito.

Acá vale la pena hacer un paréntesis para los muchos que no saben qué es Huancaya (no es la esposa de Huancayo, por si acaso) ni dónde queda. Extracto del programa enviado por Mario: "En el sudeste del departamento de Lima se encuentra la provincia de Yauyos, la misma que tiene 33 distritos. Dentro de ellos sobresalen Huancaya y su anexo Vilca, para muchos los lugares más hermosos de todo el departamento, y una de las zonas de mayor belleza escénica del Perú. Entre los 16 kilómetros. que separan Huancaya de Vilca, se encuentran un conjunto de interminables cascadas, bosques y lagunas; éstas últimas bajan como esclusas formadas por pequeñas cataratas de aguas blancas que contrastan con el increíble color verde de las lagunas. Destacan las de Huallhua, Huarimarca y Huascacocha. En la parte alta de Vilca se encuentra la laguna Papacocha que forma una impresionante caída de aguas cuyas rocas se cubren con enormes superficies de un musgo verdísimo, y enmarcada por un bosque de quisuares, chachacomos y queñuales."

Llegar a Yauyos, que en el mapa se ve tan cerca de la capital, no es nada fácil. Hay que recorrer ciento y pico kilómetros de la Panamericana Sur y otros ciento y pico más de la carretera que pasa por Cañete, que en gran parte es trocha y va de subida. No cualquier carro puede hacer el recorrido.

Nos encontramos el jueves 5 de abril a las 6 am en el parque que está detrás de lo que fue el cine Orrantia, con nuestras mochilas, sleepings y bastones. A los pocos minutos llegó el transporte: una coaster y una van. Cargamos el equipaje en la parrilla de la coaster y nos ubicamos en la misma. A las 7 am, con casi todos a bordo (menos dos personas a quienes recogimos en el camino) partimos rumbo a Yauyos.

Jueves 5 de abril

07:00 Inicio de la ruta, por la Panamericana Sur. Paramos unos minutos en el grifo que está antes del peaje.

08:10 Paramos en el grifo de Asia para ir al baño.

10:00 Paramos en Lunahuaná para tomar desayuno en el restaurante "Mi Rosedal". La carta no era muy surtida, pero el desayuno estuvo bueno. Cabe mencionar que es el único restaurante en el que he visto el item "Porción de hielo" (a 3 soles) en el menú.


11:35 Ya bien desayunados retomamos nuestro rumbo. En un punto (no recuerdo el kilómetro) se acaba el asfalto y empieza la trocha. El lugar es bastante desértico y el camino es disparejo, de modo que todo vehículo que pasa por ahí levanta una cantidad impresionante de tierra. En gran parte del recorrido en la trocha cabe un solo vehículo, así que Noé, nuestro conductor, debió retroceder muchas veces para ceder el paso.

15:40 En una zona de piedras y agua (típica de comercial de autos 4 x 4) se quedó la van atorada. Tuvieron que bajar todos los ocupantes y logró pasar. Atrás iba una Nissan Xtrail que también sufrió para pasar, con lo cual quedé decepcionada de dicho vehículo.

17:20 Pasamos por Llapay. En el programa se había contemplado almorzar ahí si había comida, pero era un pueblo casi fantasma, así que pasamos de largo.

17:50 Paramos veinte minutos en Tinco Alis para cargar combustible al estilo de los pueblitos del interior: con galonera y embudo.

18:23 Las subidas del terreno y la mala calidad de la gasolina vencieron a nuestra coaster. Tuvimos que bajar y caminar ciertos trechos.

18:42 Pasamos por el Puente Vilca.

19:12 Pasamos por el pueblo Vitis.

19:30 Llegamos a Huancaya! Los alrededores de la plaza estaban llenos de carros estacionados (la mayoría 4x4), con lo cual comprobé mi sospecha de que el lugar se está haciendo conocido y nos enfrentamos al problema del hospedaje. Los pocos que hay en ese pueblo tan pequeño tenían habitaciones ya ocupadas por los que llegaron antes que nosotros. Mario hizo las coordinaciones necesarias con Ninoska (no era rusa, por si acaso), quien atendía el hospedaje que habíamos reservado. Nos consiguió habitaciones en otros hospedajes y unas personas de la dirección de turismo nos prestaron un salón municipal. Mario repartió a la gente según el orden de inscripción a la salida. A nosotros (César, Silvana, Diego, Alvaro y yo) nos tocó una habitación con cuatro camas, bastante decente. El baño era común y tenía ducha eléctrica... pero no había corriente. Acomodamos nuestras cosas y fuimos al restaurante "Tradición" (de la familia de Ninoska) para cenar. Alvaro y yo comimos una trucha buenaza a la parrilla, que vino con arroz, papa, choclo con mayonesa y huevo frito (pedido por nosotros). Los precios estaban bastante cómodos (sopa a S/. 2.50, picante de carne a S/. 2.00, la trucha a S/. 6.00 y S/. 7.00 con huevo). Lo único que no convenció fue el mate de coca que estaba transparente. César empezó a mencionar la frase "un verdadero trekker..." para aludir a cosas que se suponen que un verdadero trekker debe o no debe hacer. Por supuesto, la conclusión fue que ninguno de nosotros es un verdadero trekker.

Viernes 6 de abril

06:00 Luego de despertarnos a las 04:00 con la alarma del celular de César, dormimos hasta las 06:00. A esa hora me bañé con agua helada, una vez más como otras tantas en la sierra. El dueño del hospedaje nos comunicó que teníamos que dejar el cuarto que estábamos ocupando porque estaba reservado para una familia. Nos acomodó en dos cuartos de dos camas cada uno, mucho menos cómodos que el anterior (sobre todo el de los Lozano, que tenía piso de tierra).

07:30 Tomamos desayuno en "Tradición". Alvaro y yo nos dimos el gusto de tomar leche fresca calientita, para acompañar a los tradicionales panes con queso y huevo frito.

09:36 Partimos rumbo al pueblo Vilca. Habría sido ideal ir trekkeando, pero es un camino de aproximadamente 5 horas a ritmo de citadino (hay bajadas y subidas y 16 km de separación), así que no nos quedaba otra que ir en carro. Saliendo de Huancaya empieza el espectáculo del agua, por el que vale la pena viajar 12 horas y llenarse de tierra en el camino. El río se convierte en un conjunto de cascadas, estanques, lagos, cataratas, todos con aguas de distintas tonalidades (verdes, turquesas y toda la gama entre ellas) y super cristalina, tanto que se puede ver el fondo a la distancia. También hay una piscigranja de truchas y algunos pescadores con cordel en las orillas.


12:00 Nos encontramos con un inconveniente: una parte del camino (unos 5 metros) había sido cubierta por agua y dudamos que la coaster pudiera pasar. Decidimos dejar el carro ahí y pasar caminando sobre piedras. Más adelante nos encontramos con otra zona de agua, esta vez más larga y sin piedras por dónde pasar. Algunos se quitaron los zapatos y cruzaron caminando. Justo cuando Alvaro y yo nos estábamos quitando los zapatos apareció la coaster, así que subimos los que aún no habíamos pasado y llegamos al otro lado. La coaster nos llevó hasta un lugar donde emprendimos un pequeño trekking que se inició en el pueblo de Vilca, bastante pequeño y no muy pintoresco. Caminamos hasta una catarata impresionante formada por una escalera natural de roca por la que desciende el agua con fuerza. Según César, se llama "escalera al cielo". Al lado está el bosque sumergido, que no es más que eso: un bosque por el que pasa el río, realmente impresionante. Seguimos caminando rumbo a la laguna Papacocha.


14:30 Emprendimos el regreso, en medio de una lluvia con truenos que duró poco.

15:15 Abordamos el vehículo para el retorno.

16:30 Llegamos a Huancaya. Había luz, así que tuvimos la esperanza de cargar las pilas de mi cámara y de encontrar agua caliente para el baño. Ninguna de las dos cosas se pudieron concretar, porque el voltaje era muy pobre para mi cargador y porque la ducha eléctrica no funcionaba. Alvaro se bañó con agua helada.

17:15 Fuimos a almorzar al mismo restaurante. Para variar, tardaron muchísimo en atendernos y la trucha (sólo con arroz y huevo frito) no estuvo a la altura de la de la noche anterior.

19:00 Tuvimos una reunión de coordinación en el salón municipal. Mario propuso cambiar el itinerario del día siguiente dado que era probable que el transporte no pudiera trepar para ir al pueblo de Miraflores. Se decidió eliminar esta visita e ir de frente a Laraos para almorzar y hacer una caminata. Algunos se quedaron en el salón municipal para tomar el pisquito que había llevado Mario. Alvaro y yo fuimos a caminar un poco, tomar algo caliente y acostarnos. En la madrugada llovió y nos despertaron varias veces los músicos del pueblo (a partir de las 02:00) y la alarma de César (como siempre, a las 04:00).

Sábado 7 de abril

06:00 Nos levantamos y me bañé. Luego de empacar nuestras cosas y acomodarlas en la parrilla de la coaster tomamos desayuno.

09:00 Dimos una caminata por las afueras de Huancaya, siguiendo el curso del río que habíamos visto desde el carro el día anterior.



10:30 Subimos al carro y bajamos en Vitis. Ahí visitamos el cementerio y tomamos fotos desde el mirador.

11:40 Pasamos por la laguna Piquecocha.

13:23 Llegamos a Laraos. Está rodeado de cerros repletos de andenes. El pueblo está sobre una loma, las calles y algunas casas son de piedra y al lado está la laguna Cochapampa de aguas totalmente verdes. La plaza principal del pueblo tiene un detalle pintoresco: un sombrero gigante. Nos recibió el alcade con una breve reseña histórica. Además nos informó que no podíamos hacer las caminatas planeadas (por el borde de la laguna y hacia la catarata) porque ya no existía la orilla de la laguna donde hacía 2 años habían acampado algunos de los presentes (por el aumento del nivel del agua) y porque un huayco había tapado la caída de la catarata. Nuevamente Mario se encargó de acomodarnos en los cuartos disponibles, Alvaro y yo compartimos otra vez con los Lozano un cuarto de tres camas con baño propio. Luego de acomodarnos fuimos a almorzar. Esperábamos platos típicos de la zona pero las opciones fueron lomo saltado, carapulcra y picante de carne, a 4 soles el plato.


15:20 Empezamos el trekking por la trocha, sin ningún destino en particular. Empezó a llover nuevamente, justo cuando llegamos al punto de subida para la catarata tapada por el huayco. Subimos un poco y regresamos. Caminamos un poco más, hasta un puente en el que decidimos regresar para dar un paseo en bote por el lago Cochapampa.

17:00 Llegamos al lago, el bote estaba sin remos y no había nadie. Silvana localizó al encargado y nos embarcamos César, Diego, Alvaro y yo junto con dos remadores y un poblador más (supongo que era el suplente). El paseo duró casi una hora y fue super relajante.


18:00 Volvimos a tierra firme. Nos bañamos y fuimos a cenar. Los pobladores hicieron una fogata en la plaza y se reunió la gente alrededor de ella, escuchando música de arpa y tomando unos tragos. Alvaro y yo estuvimos ahí unos minutos y nos fuimos a acostar.

Domingo 8 de abril

06:00 Nos despertó el ruido de la gente caminando en el piso de arriba (el techo era de madera) y conversando afuera, además de la música típica y los anuncios en altavoz para los pobladores. Como a las 06:30 Alvaro y yo nos levantamos, me bañé y fuimos a desayunar. No había pan pero habíamos comprado algunos en Huancaya, así que los comimos con el queso y huevos fritos que pedimos y la leche Gloria evaporada que compramos porque lamentablemente no había fresca. Luego fuimos a caminar por el pueblo y compramos panes en una bodega. Más tarde nos enteramos de la existencia de una panadería escondida detrás de un portón de calamina. Fuimos y pudimos comprar pan fresquito, horneado minutos antes. Además de la frescura, su mayor contenido graso lo hacían mucho más rico que los otros panes que habíamos probado.



09:50 Emprendimos el regreso a Lima.

15:00 Paramos en la plaza de Lunahuaná para buscar dónde almorzar. Pensamos que encontraríamos restaurantes más baratos que "Mi Rosedal" pero no fue así. Además se demoraron en atendernos, pero al menos llenamos la barriga.

16:22 Seguimos nuestro camino hacia Lima.

17:30 Nos paró la policía de carretera. Yo estaba dormida pero me contó mi esposo que le hicieron señas a Noé para que pare y luego de saludar al policía, Noé siguió de largo. La camioneta nos siguió hasta que Noé paró. El objetivo, como siempre, era pedir coima, en este caso el precio de 3 galones de gasolina, alegando que César, quien estaba en el asiento del copiloto, no tenía el cinturón puesto (sí lo tenía). Tuvimos que regresar algunos metros hasta el grifo donde se cargó la gasolina.

19:40 Después de más de un susto por la velocidad a la que iba Noé para compensar el tiempo perdido en el incidente de la policía, llegamos a nuestro destino final: el ex cine Orrantia.

Un estudiante de la Pacífico nos entrevistó en la plaza de Huancaya. Entre otras cosas nos preguntó si volveríamos a visitar esos pueblos. No dudamos en responder que sí.

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Tuesday, April 03, 2007

Fin de semana aventurero

El fin de semana que pasó decidimos salir un poco de nuestras rutinas habituales:
Opción A: ir a Wong, lavar la ropa y limpiar la casa
Opción B: ir a trekkear

En lugar de eso, el sábado fuimos a San Bartolo para que Alvaro vuele un par de horas y el domingo hicimos puenting en el cañón de Autisha. Y sin querer queriendo en ambos casos terminamos lateando un poco, para variar.

El sábado llegamos temprano a San Bartolo. El turno era para las 2 pm y llegamos pocos minutos después de la 1, así que caminamos el buen trecho que separa el paradero del hangar. En la puerta del aeródromo nos encontramos con el ministro Garrido Lecca, quien se ofendió porque el vigilante le preguntó su nombre. Por supuesto que yo, de haber sido el vigilante, también se lo habría pedido porque nunca le había visto la cara al tipo. Pasó en su 4x4 seguido por una pickup en donde iban sus agentes de seguridad y nosotros seguimos nuestro camino a pie. Al llegar al hangar confirmamos nuestras sospechas: el ministro estaba volando y por consiguiente, se había robado el turno de mi esposo. Tuvimos que esperar una hora hasta que se desocupó el instructor que voló con el usurpador. Después Alvaro tuvo su curso de ingeniería, voló con el instructor y luego conmigo unos cuantos minutos (3 vueltas) porque el piloto del siguiente turno estaba esperando. Igual, el vuelo estuvo bueno y no necesité las bolsitas que había llevado.

De regreso a la casa recalamos en el Tip Top (ver post anterior), luego fuimos caminando a la casa para intentar bajar unas cuantas kilocalorías, meditamos por Hanna (la esposa del lama Ole, quien falleció esa tarde) y fuimos al bar Etnico a celebrar el cumple de Karina.

El domingo llegamos temprano a la casa (2:30 am... jaja), así que sólo pudimos dormir 3 horitas para la ansiada salida a Autisha para hacer puenting. Desde que salté desde el puente de Miraflores (creo que fue en el 96) había querido volver a hacerlo pero nadie se había animado a acompañarme. Finalmente, en una de las últimas salidas de trekking a San Mateo, Christian me contó que se estaba armando un grupo de saltadores en TSS liderado por JC. Así que nos pusimos en contacto, empezó la planificación y quedó reducido el grupo a 4: JC, Paul, Alvaro y yo. Los demás quedaron fuera por diversos motivos (desde miedo hasta un compromiso para una chupeta imposible de declinar).

Así que anteayer muy temprano llegamos a la Curaçao de la Arequipa con Javier Prado. Paul y JC ya estaban ahí. Esperamos unos minutos más y llegaron Marco con su enamorada Maritza y Gabby en un taxi. Son chicos de la Católica que también estaban en el grupo programado para ese día. Un rato después llegaron Freddy y Kella (los encargados del puenting) en una combi. Después del saludo y el desayuno (keke y bebida caliente) partimos rumbo al valle de Santa Eulalia. Paramos en una panadería de Chaclacayo para reforzar el desayuno y/o ir al baño y luego en el pueblo de Huinco, muy cerca a nuestro destino, donde también había comida (golosinas, paltas y chirimoyas) y baño.

Unos minutos después pudimos divisar a lo lejos un cerro con forma de cabeza de gorila y el puente de salto a su derecha. Al llegar al lugar pudimos comprobar que el cañón de Autisha es realmente alto y que las paredes de rocas se ven peligrosamente cerca. Mientras Kella y Freddy instalaban las cuerdas tuvimos tiempo para bajar por las rocas para reconocer el terreno por el que teníamos que subir después de los saltos.


Luego llegó el momento de ponerse los arneses. Yo decidí ir primero y JC segundo. Subí a la baranda apoyándome en los hombros de Freddy y JC y pude revivir el momento en el que el cerebro deja de pensar. De pie frente al abismo, con estímulos sensoriales como el viento y el sonido del río super caudaloso abajo, no queda nada más que observar sin analizar y respirar unas cuantas veces antes de saltar. Sólo faltaba escuchar a Tool o DT para que el momento sea perfecto. Luego de saltar, vi los alrededores en cámara lenta, aún sin pensar en nada. La caída dura pocos segundos si la ves desde el puente, si estás dentro del arnés, es eterna. Luego del tirón de la cuerda viene el péndulo (me acordé del Octavarium), que en mi caso fue boca abajo porque fue así como caí, en medio de la desubicación inherente al salto. Después de un rato en el que no me importó para nada estar mirando de frente el abismo pude voltearme y descansar suspendida boca arriba, muchos metros encima del fondo del cañón. Kella me lanzó una cuerda para poder llegar a tierra firme y me desconectó los cables. Subí por las rocas hasta la base del puente, con satisfacción porque todo estuvo bien pero ganas de saltar de nuevo para corregir mi posición y quedar como debía ser, boca arriba.


Nada le quita al salto de Miraflores el mérito de haber sido el primero. Salté poco después de cumplir los 18 años, porque ya tenía edad para firmar mi acuerdo de responsabilidad y fue atemorizante e intenso pero la altura era mucho menor y el paisaje no le llega a los talones a Autisha. Eso sí, recuerdo que me atemorizó un poco el hecho de descender en medio de los carros (porque ahí soltaban la cuerda después del penduleo hasta que uno toque el piso y se desconecte de los cables). También recuerdo que me temblaban las piernas y que al día siguiente me dolía todo el cuerpo, pero esta vez me di cuenta de que eran síntomas de la falta de ejercicio en aquella época.

JC saltó segundo, parado en el puente (no en la baranda), de cara al vacío, luego de dudarlo durante un par de minutos (primero contó 1 - 2 - 3 y no saltó, luego se impulsó pero no se soltó). Finalmente se animó y saltó, moviendo las piernas como los dibujos animados cuando tratan de correr en el aire. Se le vio feliz y liberado del stress, dispuesto a saltar una vez más.

Los siguientes en saltar fueron Marco y Paul. Luego de despedirse de Maritza (por si las moscas), Marco saltó desde la baranda y de cara al vacío con un grito de libertad total y una cara de satisfacción, también dispuesto a repetir la experiencia.

Paul también saltó con el mismo estilo, pero se impulsó más que los demás, por lo que disfrutó de mayor recorrido. No dijo ni pío pero lo disfrutó tanto como los demás y también se anotó para la repetición.

El plan original de Maritza no era saltar, sino acompañar a Marco, pero la tratamos de animar después de cada salto. Ella dijo que iba a esperar a que todos repitan para decidirse y, al menos yo, no le creí. Los siguientes en saltar fueron Alvaro y Gabby. Alvaro quiso arrepentirse pero no le dejé. Decidió saltar de espaldas al vacío, porque es menos aterrador que de cara, pero una vez encima de la baranda dijo "así nomás" y saltó, pero no hacia adelante sino que se dejó caer. Aún así se columpió y regresó sano y salvo pero sin ganas de repetir.


El último turno de la primera vuelta fue de Gabby. Se paró en la baranda pero le ganó el miedo y bajó. Freddy utilizó mil argumentos para tratar de convencerla de saltar y finalmente lo logró, pero de espaldas al vacío y luego de varios minutos de indecisión. De regreso en el puente dijo algo así como "no era tan valiente como pensaba" pero el consenso fue que si saltó, sí lo es.

La segunda vuelta arrancó de nuevo conmigo. El viento había empezado a soplar con fuerza, así que daba un poco más de miedo pararse en la baranda y tratar de respirar el aire que trataba de meterse con más fuerza de la necesaria por la nariz. Igual que la primera vez, sin pensar en absolutamente nada, salté y di bien la vuelta. No dije ni pío, como aquella vez en Miraflores así que alguien desde el puente me gritó que diga algo para saber que andaba bien. Este salto seguramente duró lo mismo que el primero pero se me pasó en un quinto del tiempo y lo disfruté mucho menos.

El siguiente en saltar fue Paul, una vez más logró impulsarse bastante, tanto que al hacer la primera vuelta del péndulo apareció a la altura del puente y después nos contó que llegó a ver el piso del mismo. Marco también saltó nuevamente, con sus gritos antiestrés característicos. Mientras repartían el almuerzo (2 mandarinas, pan con pollo, galletas Coronita de chocolate, jugo Gloria en cajita, un chupetín y un caramelo de menta - el almuerzo más rico de nuestras vidas) Maritza se animó a ponerse el arnés y empezó otra sesión de terapia con Freddy para lograr soltarse, también de espaldas al vacío y con gritos que fácilmente podrían usarse en películas de terror.

El sentimiento común era de alegría, de satisfacción por haber logrado algo, por haber probado que podíamos hacerlo. A pesar de que no era la primera vez para mí, el entorno era a la vez más atemorizante y desestresante. Pero como se comprobó que el segundo salto no es igual que el primero, decidimos dejar pasar unos meses antes de saltar de nuevo.

Nos trepamos a la combi y tras una breve sesión fotográfica Freddy nos condujo hacia el fondo del cañón (previa parada por desperfectos mecánicos). Es una zona de cultivo de paltas y crianza de gallinas, por la que la dueña nos dejó caminar hasta llegar a una pared de roca por la que apareció Freddy con su casco y linterna frontal. Desde ahí vimos el puente desde abajo (ver foto). El minitrekking (en medio de unas gotas de lluvia que empezaban a caer) fue propicio para tomar unas fotos más, luego de lo cual emprendimos el regreso.


Tuvimos que parar involuntariamente una vez más porque al bus que iba delante nuestro se le bajó una llanta. Alvaro y yo aprovechamos para ir al baño. Luego de reanudar el viaje, paramos en Huinco de nuevo, esta vez para comer anticuchos, papa rellena, cachangas, etc., quedando satisfechos para el par de horas que faltaban hasta llegar a Lima.

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29 años después

Hay ciertas comidas que me han gustado por temporadas. Por ejemplo: el cau cau (me gustaba de chica, ahora no lo como ni a balas), el melón (me gustó durante el año 2004, a partir de mis viajes a Chile), el pesto (me gustó hasta la adolescencia y me ha vuelto a gustar a partir del 2005), etc. Hay otras comidas que nunca me gustaron: la carapulcra, la lúcuma, la guanábana, la chirimoya y el coco. Las he comido en casos de emergencia (en los que no pude rechazar el plato ya servido, era lo único que había para comer, forma parte de algo que en conjunto sí me gusta como los champús, o estaba en una clase de cocina), pero en general he tratado de evitarlas a toda costa.

En los últimos meses tuve un par de antojos de helado de lúcuma. Raro, no? El 18 de marzo, en Chosica, Alvaro se compró uno y me invitó. En ese momento reconocí que me gustó. El sábado pasado fuimos al Tip Top (en uno de esos arranques de antojos en los que estás en el micro, ves un restaurante y te bajas) y pedimos una Tiptorella (recomendación del profe de pastelería Jorge Barrera) y un milkshake de lúcuma. Ambos buenazos. Cabe mencionar que el milkshake está hecho con helado de la casa y que pasó la prueba de la cañita (la cual, puesta al centro del vaso en posición vertical, se mantiene inamovible gracias al espesor de la bebida).

Este es el año en el que la lúcuma salió de mi lista de alimentos prohibidos. Veremos por cuánto tiempo se mantiene.