Tuesday, February 28, 2006

Un minuto de silencio por mi mug de Tool :(

Desde hace años soy fanática de los mugs (jarros), me gustan porque además de diferenciarse de las tazas por la capacidad, lo diferencian a uno porque uno escoge el mug que va con su personalidad. Mi primer mug favorito fue uno negro con rayas de colores que me compró mi mamá. Lo usaba en el trabajo hasta que el conserje lo rompió sin querer y lo reemplacé con uno que me regaló mi hermana Gloria, es blanco con tazas de café impresas y aún lo conservo. También tengo aún los mugs de dibujos animados, uno del Coyote y uno de Winnie Pooh.

Pero mi absoluto favorito fue hasta ayer mi mug de Tool. Lo compré en uno de mis viajes a Santiago de Chile en el 2004. Esos viajes han sido de los mejores viajes de trabajo que he tenido. Fuera del trabajo (en la oficina y en el hotel) tuve tiempo para salir sola y con los colegas. Pude ver a Iron Maiden (la banda que me abrió los oidos a los 9 años), ir a tiendas de instrumentos en el Crowne Plaza, ir a un festival de jazz gratuito, comprar discos y posters en Eurocentro, hacerme un tatuaje y comprar cosas en Portal Lyon: polos, discos y mi mug de Tool. Era el mug perfecto, completamente negro con el logo de Tool estampado en color gris. Uno de mis utensilios favoritos, una de mis bandas favoritas, dos de mis colores favoritos. En ese mug tomé de todo, café (cuando tomaba grandes cantidades diarias), agua (caliente, tibia, fría), infusiones de todo tipo (té, manzanilla, anís, té verde, infusiones de Santa Natura y Wawasana), chocolate, leche de vaca (entera, semidescremada, super light, evaporada), leche de soya, yogurt (light, no light, probiótico, de soya), jugos, refrescos, extractos, helados, cerveza, vino y un largo etcétera, incluyendo fruta con almíbar. Y ayer se cayó de mi escritorio y se partió en dos. Se acabó la era del mug de Tool, por lo menos hasta la próxima visita a Santiago. Empieza la era de la vaca, que ahora ocupa el top 1... "bu dice la vaca" es lo que tiene impreso en holandés este mug blanco que compré en Amsterdam el año pasado. Dado que este mug me costó n veces más que el de Tool y que conseguir otro igual me costaría p veces más, prometo cuidarlo mejor.

Friday, February 24, 2006

La alpaca que se ganó mi estómago

Ayer en la clase de cocina peruana probé algo que jamás imaginé que me iba a gustar tanto: cazuela de alpaca. No tanto porque sea alpaca, sino por ser carne. No es que sea vegetariana pero en los últimos años ha disminuido mucho mi consumo y mi gusto por las carnes rojas y el pollo. El pescado y los mariscos son otra historia.

La alpaca, como muchos sabrán, es un camélido de la puna que en la capital era conocido sólo por su lana hasta hace algunos años empezó a difundirse su consumo gracias al boom de la cocina novoandina. Lo bueno es que es una carne muy nutritiva, baja en colesterol y rica en proteínas. Además su carne tiene la fibra más corta que la de la res, por lo cual tras una cocción larga es super suave y fácil de masticar. Por supuesto que en el caso de la cazuela ayudó el resto: el aderezo (cebolla, ajo entero, tocino, pasta de ají panca, zapallo loche, etc.), la olla de barro y la mano del chef.

Wednesday, February 22, 2006

"hola mundo"

No, nada de programación en este blog. Suficientes "hola mundos" tuve en mi carrera, desde 1995 cuando tomé la no tan brillante decisión de estudiar ingeniería de sistemas. Pero si yo iba a estudiar diseño publicitario... ¿qué pasó?... Me ganó el miedo, supongo. El miedo de no tener el talento suficiente y de enfrentarme a lo que mi familia y la psicóloga del colegio pensaban que era lo mejor. Después de todo, las matemáticas y la informática eran tan fáciles para mí que no tenía nada que perder. Silly me. No es que haya sido difícil (exceptuando Series y Métodos Numéricos, que casi jalo por tirarme las clases para tocar guitarra en el patio), sino que el desagrado que me producía la carrera dentro de la universidad se vio multiplicado cuando empecé a trabajar. Algo no sospechado por la gente que pensaba que si tuve el primer puesto al graduarme debía ser porque el asunto me interesaba. Nada más lejos de la realidad.

Transcurridos 10 meses en mi primer trabajo estaba demasiado aburrida. Ilusamente pensé que el problema era ese trabajo en particular y lo dejé. Transcurridos unos meses más en el siguiente trabajo (el actual) me di cuenta de que el problema, como en la universidad, era la carrera. Plain and simple. Me dispuse a aguantar el tormento, cobijando la esperanza de estudiar ingeniería de sonido en algún momento en el que el tiempo y el dinero me lo permitieran. Hice las averiguaciones respectivas pero me detuvo el mismo bicho que me atacó con el diseño, el miedo de no tener el talento y de ser muy mayor para empezar con esa carrera.

Así transcurrieron meses y años hasta que a miles de kilómetros de mi casa, en México D.F., a mediados del 2005, tomé una decisión que inició el cambio más importante de mi vida. En un viaje de trabajo particularmente difícil y estresante, en medio de la desesperación y la decepción, decidí hacerle caso a mi novio y buscar dedicarme a algo que realmente me guste. No tuve que pensarlo mucho, ya que soñar en lo que quería "cuando fuera grande" me llevaba a dos únicas opciones: tener un estudio de grabación (para lo cual tendría que hacer frente a mis miedos y estudiar sonido) o tener un restaurante. Un restaurante. Resultó obvio cuando me di cuenta de que gran parte de mis recuerdos de infancia son estar viendo el programa de cocina de Teresa Ocampo con mi abuelita, prepararle ensaladas a mi tía para cuando regresaba del trabajo a almorzar y jugar al restaurante con mis hermanas en casa de mis tías. Además de eso me puse a pensar en lo mucho que disfrutaba cocinar y salir a comer, encontrar nuevos sabores, experimentar nuevas sensaciones en torno a lo que muchos piensan que es un simple plato de comida. Pero sobre todo, lo que me animó a decidir estudiar gastronomía fue estar segura de que para la cocina yo sí sirvo, certeza que nunca tuve con el diseño ni con el sonido.

Ni bien llegué a Lima exploré las posibilidades que tenía para estudiar sin dejar de trabajar ya que lamentablemente hay cosas que aún me atan al trabajo en sistemas. Lamentable y afortunadamente a la vez, por una simple cuestión de horarios, la única opción que tuve fue el Hospitality Management School del instituto Columbia, que queda ni más ni menos que a una cuadra de mi trabajo. Lógicamente mis primeras opciones eran Le Cordon Bleu y San Ignacio pero los horarios no me habrían permitido seguir trabajando. Finalmente creo que resultó ser una decisión acertada porque el curso es barato y muy bueno. Encontré mi lugar en algo que siempre quise hacer pero no lo había notado.


Pero este no es un blog de cocina. Al menos no exclusivamente de eso. Es un blog acerca de las cosas que me apasionan, que son en resumen: la comida, el tae kwon do, la música, la literatura, los tatuajes, el trekking. Nada de bits y bytes. Nada de loops infinitos, triggers o stored procedures. Libertad, al fin.

Dairokkan es el nombre que elegí tanto para el blog como para el tatuaje que llevo en el brazo izquierdo. Es una palabra japonesa compuesta de tres palabras: dai (rango), roku (seis) y kan (sentido), es decir, sexto sentido, intuición. Una palabra que se volvió importante para mí cuando me di cuenta de que pensaba mucho y prestaba poca atención a lo que nace de adentro, el instinto.