"hola mundo"
No, nada de programación en este blog. Suficientes "hola mundos" tuve en mi carrera, desde 1995 cuando tomé la no tan brillante decisión de estudiar ingeniería de sistemas. Pero si yo iba a estudiar diseño publicitario... ¿qué pasó?... Me ganó el miedo, supongo. El miedo de no tener el talento suficiente y de enfrentarme a lo que mi familia y la psicóloga del colegio pensaban que era lo mejor. Después de todo, las matemáticas y la informática eran tan fáciles para mí que no tenía nada que perder. Silly me. No es que haya sido difícil (exceptuando Series y Métodos Numéricos, que casi jalo por tirarme las clases para tocar guitarra en el patio), sino que el desagrado que me producía la carrera dentro de la universidad se vio multiplicado cuando empecé a trabajar. Algo no sospechado por la gente que pensaba que si tuve el primer puesto al graduarme debía ser porque el asunto me interesaba. Nada más lejos de la realidad.
Transcurridos 10 meses en mi primer trabajo estaba demasiado aburrida. Ilusamente pensé que el problema era ese trabajo en particular y lo dejé. Transcurridos unos meses más en el siguiente trabajo (el actual) me di cuenta de que el problema, como en la universidad, era la carrera. Plain and simple. Me dispuse a aguantar el tormento, cobijando la esperanza de estudiar ingeniería de sonido en algún momento en el que el tiempo y el dinero me lo permitieran. Hice las averiguaciones respectivas pero me detuvo el mismo bicho que me atacó con el diseño, el miedo de no tener el talento y de ser muy mayor para empezar con esa carrera.
Así transcurrieron meses y años hasta que a miles de kilómetros de mi casa, en México D.F., a mediados del 2005, tomé una decisión que inició el cambio más importante de mi vida. En un viaje de trabajo particularmente difícil y estresante, en medio de la desesperación y la decepción, decidí hacerle caso a mi novio y buscar dedicarme a algo que realmente me guste. No tuve que pensarlo mucho, ya que soñar en lo que quería "cuando fuera grande" me llevaba a dos únicas opciones: tener un estudio de grabación (para lo cual tendría que hacer frente a mis miedos y estudiar sonido) o tener un restaurante. Un restaurante. Resultó obvio cuando me di cuenta de que gran parte de mis recuerdos de infancia son estar viendo el programa de cocina de Teresa Ocampo con mi abuelita, prepararle ensaladas a mi tía para cuando regresaba del trabajo a almorzar y jugar al restaurante con mis hermanas en casa de mis tías. Además de eso me puse a pensar en lo mucho que disfrutaba cocinar y salir a comer, encontrar nuevos sabores, experimentar nuevas sensaciones en torno a lo que muchos piensan que es un simple plato de comida. Pero sobre todo, lo que me animó a decidir estudiar gastronomía fue estar segura de que para la cocina yo sí sirvo, certeza que nunca tuve con el diseño ni con el sonido.
Ni bien llegué a Lima exploré las posibilidades que tenía para estudiar sin dejar de trabajar ya que lamentablemente hay cosas que aún me atan al trabajo en sistemas. Lamentable y afortunadamente a la vez, por una simple cuestión de horarios, la única opción que tuve fue el Hospitality Management School del instituto Columbia, que queda ni más ni menos que a una cuadra de mi trabajo. Lógicamente mis primeras opciones eran Le Cordon Bleu y San Ignacio pero los horarios no me habrían permitido seguir trabajando. Finalmente creo que resultó ser una decisión acertada porque el curso es barato y muy bueno. Encontré mi lugar en algo que siempre quise hacer pero no lo había notado.
Pero este no es un blog de cocina. Al menos no exclusivamente de eso. Es un blog acerca de las cosas que me apasionan, que son en resumen: la comida, el tae kwon do, la música, la literatura, los tatuajes, el trekking. Nada de bits y bytes. Nada de loops infinitos, triggers o stored procedures. Libertad, al fin.
Dairokkan es el nombre que elegí tanto para el blog como para el tatuaje que llevo en el brazo izquierdo. Es una palabra japonesa compuesta de tres palabras: dai (rango), roku (seis) y kan (sentido), es decir, sexto sentido, intuición. Una palabra que se volvió importante para mí cuando me di cuenta de que pensaba mucho y prestaba poca atención a lo que nace de adentro, el instinto.
Transcurridos 10 meses en mi primer trabajo estaba demasiado aburrida. Ilusamente pensé que el problema era ese trabajo en particular y lo dejé. Transcurridos unos meses más en el siguiente trabajo (el actual) me di cuenta de que el problema, como en la universidad, era la carrera. Plain and simple. Me dispuse a aguantar el tormento, cobijando la esperanza de estudiar ingeniería de sonido en algún momento en el que el tiempo y el dinero me lo permitieran. Hice las averiguaciones respectivas pero me detuvo el mismo bicho que me atacó con el diseño, el miedo de no tener el talento y de ser muy mayor para empezar con esa carrera.
Así transcurrieron meses y años hasta que a miles de kilómetros de mi casa, en México D.F., a mediados del 2005, tomé una decisión que inició el cambio más importante de mi vida. En un viaje de trabajo particularmente difícil y estresante, en medio de la desesperación y la decepción, decidí hacerle caso a mi novio y buscar dedicarme a algo que realmente me guste. No tuve que pensarlo mucho, ya que soñar en lo que quería "cuando fuera grande" me llevaba a dos únicas opciones: tener un estudio de grabación (para lo cual tendría que hacer frente a mis miedos y estudiar sonido) o tener un restaurante. Un restaurante. Resultó obvio cuando me di cuenta de que gran parte de mis recuerdos de infancia son estar viendo el programa de cocina de Teresa Ocampo con mi abuelita, prepararle ensaladas a mi tía para cuando regresaba del trabajo a almorzar y jugar al restaurante con mis hermanas en casa de mis tías. Además de eso me puse a pensar en lo mucho que disfrutaba cocinar y salir a comer, encontrar nuevos sabores, experimentar nuevas sensaciones en torno a lo que muchos piensan que es un simple plato de comida. Pero sobre todo, lo que me animó a decidir estudiar gastronomía fue estar segura de que para la cocina yo sí sirvo, certeza que nunca tuve con el diseño ni con el sonido.
Ni bien llegué a Lima exploré las posibilidades que tenía para estudiar sin dejar de trabajar ya que lamentablemente hay cosas que aún me atan al trabajo en sistemas. Lamentable y afortunadamente a la vez, por una simple cuestión de horarios, la única opción que tuve fue el Hospitality Management School del instituto Columbia, que queda ni más ni menos que a una cuadra de mi trabajo. Lógicamente mis primeras opciones eran Le Cordon Bleu y San Ignacio pero los horarios no me habrían permitido seguir trabajando. Finalmente creo que resultó ser una decisión acertada porque el curso es barato y muy bueno. Encontré mi lugar en algo que siempre quise hacer pero no lo había notado.
Pero este no es un blog de cocina. Al menos no exclusivamente de eso. Es un blog acerca de las cosas que me apasionan, que son en resumen: la comida, el tae kwon do, la música, la literatura, los tatuajes, el trekking. Nada de bits y bytes. Nada de loops infinitos, triggers o stored procedures. Libertad, al fin.
Dairokkan es el nombre que elegí tanto para el blog como para el tatuaje que llevo en el brazo izquierdo. Es una palabra japonesa compuesta de tres palabras: dai (rango), roku (seis) y kan (sentido), es decir, sexto sentido, intuición. Una palabra que se volvió importante para mí cuando me di cuenta de que pensaba mucho y prestaba poca atención a lo que nace de adentro, el instinto.
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