Wednesday, October 20, 2010

Mi segundo cumpleaños en Sydney (parte 1 de 3)

No soy una persona sociable, en el sentido "clásico" de la palabra, es decir, en persona (virtualmente, la historia es otra). No suelo conversar con gente que recién conozco (y a veces se me hace difícil conversar hasta con mi familia) y detesto hablar por teléfono. Sin embargo, desde que tengo uso de razón siempre he celebrado mi cumpleaños. Y no con una comida familiar, sino a lo grande. Cuando estaba en primaria mis papás organizaban las típicas fiestas infantiles para mí con chizitos, chicha morada, gelatina, mazamorra, galletas, caramelos, piononitos, payaso, piñata, etc. Invitaba a toda mi promo (no éramos tantos como en otros colegios, entre 50 y 60) y lo pasaba de lo mejor. Mis papás se llevaban la peor parte con el gasto y los restos de comida y bebida en los muebles color crema.

Año tras año las fiestas continuaban, adaptando la comida, bebida y "extras" de acuerdo con la edad: los manteles y servilletas de papel con algún personaje infantil impreso, el payaso, la piñata y los dulces fueron reemplazados por sanguchitos, empanaditas, enrolladitos de hot dog. Una vez en secundaria la chicha cedió paso a la sangría y el cuba libre y cada vez había menos iluminación en la casa. Durante la época universitaria las reuniones se convirtieron en juergas con una buena cantidad de alcohol involucrada. Tiempos aquellos. Cuando pasé a formar parte de la PEA (población económicamente activa, o masa trabajadora) la casa de mis padres dejó de ser el "point" por algunos años en los que las juergas se trasladaron a chupódromos como el Tayta y el "chifa" de Barranco.

Una de las últimas veces que celebré mi santo donde mis papás fue en el 2004, con gente "normal" (universidad, colegio) y mis amigos musicales (de mi banda y otras bandas). Estaban literalmente divididos en dos bandos (yo diría que el "oscuro" ganó porque el otro bando sólo logro poner una que otra salsa durante toda la noche). Esa noche tuve mi peor borrachera hasta el momento (con borrada de cassette incluida) y al día siguiente me di cuenta de por qué: habíamos arrasado con todo el alcohol que había en la casa.

Los cumpleaños del 2005 y 2006 fueron celebrados también en casa de mis papás, pero sin ocasionar desastres. En el 2007 y 2008 ya estaba viviendo en el centro budista, así que mis reuniones fueron ahí, mucho más adultas y civilizadas que años anteriores. Preparé comida (buena y variada) y torta y tomamos cerveza y vino (algunos tomaron vodka y alguien se excedió con los shots. Lamentablemente ese alguien dormía en mi cama y me tuvo limpiando vómito toda la madrugada. Felizmente, parece que ya aprendió su lección).

El año pasado celebré mi cumpleaños acá. Me habría encantado hacer cena o una reunión en mi departamento pero difícilmente podría invitar a más de 2 personas, ya que el espacio es reducido y tengo una mesa alta (tipo bar) donde sólo cabemos 4. Para la gente que vive en Sydney y tiene el mismo problema (que somos la mayoría), la solución es celebrar con una cena en un restaurante. Aparentemente los australianos no acostumbran pagarle la comida al cumpleañero pero cuando me reúno con amigos latinos sí lo hacemos. El año pasado fuimos a un restaurante griego buenísimo que queda en un suburbio cercano a mi casa. El restaurante es BYO ("bring your own", que significa que puedes llevar tu propio vino y pagar derecho de corcho), así que tomamos los vinos que llevamos y comimos buenazo.

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