Monday, November 26, 2007

Cuarta vez en Bs As (quinta en Argentina), primera vez por chamba

No viajaba por chamba desde el 2005, cuando estaba en TSS. En la primera entrevista que tuve para mi actual trabajo se mencionó la posibilidad de viajar, pero, obviamente, los detalles se dejaron para cuando llegue el momento. Nueve meses después, el momento llegó. En el interin me había enterado que acá no existen los viáticos, lo cual fue la primera gran desilusión. Cuando estaba en TSS, el cliente pagaba un monto per diem ($25 o $35 diarios, dependiendo del destino) de los cuales gastaba sólo una parte porque solía comprar mi comida en algún supermercado en lugar de comer en restaurantes. El resto lo utilizaba para comprar regalos y cosas para mí.

Acá el asunto se maneja con reembolso de gastos. Es decir, hay que pedir comprobante de todo y después ingresar todos los gastos en el sistema de la firma, esperar a que se aprueben y recibir el monto exacto unos días después. Obviamente uno no puede mandarse a comer en un restaurante carísimo o incluir bebidas alcohólicas en la cuenta porque en esos casos los gastos son rechazados.

Otro gran inconveniente de este viaje fue el horario. Mi vuelo salía el 22 a la 01:25 (hora de Lima) y debía llegar a las 07:40 (hora de Buenos Aires) al aeropuerto Ezeiza. Pasar por migraciones me iba a tomar por lo menos media hora (tuve la previsión de sólo llevar equipaje de mano para evitar esperar el de bodega) y el viaje en taxi a esa hora duraría aproximadamente 45 minutos más. Después tendría que hacer el check-in, proceso de duración variable que depende de la cantidad de huéspedes haciendo cola en el counter, ir a mi habitación, bañarme y salir en un taxi rumbo a la oficina. El taxi era necesario porque el hotel reservado por la gente de Buenos Aires no fue del agrado del bolsillo de mi oficina. Así, mientras todos los demás miembros del workshop se hospedaron a media cuadra de la oficina, yo me hospedé a 15 cuadras, en un hotel más económico. Con todo eso era evidente que no podría llegar a tiempo a la reunión.

Como era de esperarse, la ley de Murphy se cumplió una vez más y encima de todo, el avión partió 40 minutos después de la ETD. Les perdoné la demora porque el snack estuvo buenísimo: fruta (sandía y piña), sandwich caliente de jamón y queso y keke de frutos secos y canela). Una vez en el hotel, me informaron que no podían darme la habitación antes del mediodía. Así que tuve que bajar al baño del hotel y cambiarme para ir a la oficina. Llegué una hora tarde a la reunión y tras las disculpas del caso me senté en el sitio que tenía un cartelito con mi nombre.

Mi última comida había sido como a las 00:30 (hora de Buenos Aires). Ya eran las 10:00 y me moría de hambre. En las mesas en las que estábamos sentados había dulceras con dulces (caramelos, caramelos masticables y toffees). A unos metros había una mesa con café, infusiones, mediaslunas y bizcochos, pero la vergüenza de haber llegado tarde fue mayor a mi hambre. Me mantuve con dulces y agua hasta poco antes del almuerzo, cuando hubo un break y pude comer unas medialunas.

El almuerzo fue ahí mismo, en la sala de reuniones. Acondicionaron una mesa en donde colocaron platos con fiambres y quesos, vegetales, panes, carne y pasta con salsa de tomate. De postre había helado con merenguitos y fudge.

En la sesión de la tarde empecé a sentir los estragos de haber dormido sólo un par de horas antes del viaje y, por supuesto, de la comida. Nada que no se pudiera manejar con mate cocido y café. En la tarde aparecieron en la mesa auxiliar masitas dulces (galletas de distintos tipos y sabores). Fue recién cuando me di cuenta que los argentinos son bien dulceros.

Esa noche tuvimos una cena de bienvenida. Todos caminaron unos metros hacia el hotel donde estaban alojados y yo tomé un taxi al mío. Me entregaron la maleta que había quedado en el depósito del hotel y la llave de mi habitación. Tomé (por fin) un baño, me cambié y partí a encontrarme con el resto.

Sólo había un auto disponible, así que partimos 4 personas en él y los otros 6 caminando, rumbo a Puerto Madero. Teníamos reserva en La Caballeriza, para variar, un restaurante de carnes. Mientras comíamos los pancitos de cortesía, ordenaron los piqueos: empanadas para los extranjeros (bajo la premisa de que nunca las habíamos probado, a pesar de que existen en muchos países de sudamérica), chorizos y provoletas (queso provolone gratinado en moldes de arcilla). Pidieron un par de botellas de malbec Nieto Senetiner, buena elección. Los piqueos solos (más el refill de pancitos) eran suficientes para dejarnos satisfechos. Mientras tanto, nos tomaron la orden de los platos de fondo. Yo pedí matambrito al roquefort y ensalada de la casa. Las carnes eran enormes. Terminamos al borde del empacho. Y luego vino el postre. Yo no podía más pero había helados y, para el que no lo sepa, el peor helado argentino es mil veces mejor que un D'Onofrio. Pedí una bola de helado de crema con frambuesas y llegué a mi límite.


Eran cerca de las 00:00 cuando salimos del restaurante. Estaba lloviendo, por suerte el dueño del auto me dejó en el hotel. Traté de hacer postraciones ahí (para no romper el hábito de un mala diario y para tratar de digerir un poco la cena) pero el piso de la habitación estaba alfombrado y el baño era demasiado chico. Después de ver un poco de tele, me dormí.

Al día siguiente me desperté temprano, creo que a las 06:30. Con la pesadez estomacal todavía ahí, hice ejercicio y me bañé. Como el desayuno estaba incluido en la tarifa del hotel, aproveché para tomar un jugo de pomelo, fruta, leche y un poquito de porridge. Llegué a la oficina temprano, conecté mi laptop y no comí nada hasta poco antes del almuerzo. La comida fue similar a la del día anterior. El snack de la tarde también. La reunión fluyó ordenadamente y terminamos antes de la hora prevista, así que nos despedimos y salí de la oficina con la intención de tomar un taxi hacia el hotel, cosa que resultó imposible un viernes en la tarde en pleno centro de Buenos Aires. Finalmente regresé caminando, con mi laptop en la mochila y mis incómodos zapatos de trabajo.

Tomé una ducha, me cambié y salí caminando nuevamente hacia el mismo punto, en busca de alfajores para traer a Lima. La idea era tratar de conseguir unos mejores a los Vacanita (tarea difícil según lo comprobado en el anterior viaje a Argentina) y, de ser posible, conseguir también algunos con dulce de membrillo. Así que en el camino de regreso a las primeras cuadras de la Av. Corrientes probé un par de alfajores: Caicayén y El Cachafaz (sugerido por un compañero de trabajo argentino). Con el Caicayén no pasaba nada. La masa era muy dura, casi una galleta. El Cachafaz estaba bueno, pero para mi gusto tenía mucho dulce de leche para el grosor de la masa. Finalmente compré 3 cajas de Vacanita con dulce de leche (los únicos con membrillo que había eran Caicayén. Un vendedor me aseguró que existen los Vacanita con membrillo pero son difíciles de encontrar, así que es una tarea pendiente para los próximos viajes a Argentina). Aparte de eso vi ropa pero no compré nada.

Ya eran casi las 21:00 y emprendí el camino de regreso al hotel con la esperanza de digerir toda la comida acumulada y encontrar un buen lugar donde cenar. No fue así y me vi nuevamente en mi cuarto, sólo para dejar la mochila y salir nuevamente. La excusa fue llamar por teléfono a la agencia de viajes para confirmar si tenía el taxi pagado para el aeropuerto. No lo tenía, así que una vez más caminé hasta Corrientes. Entré en un sitio, me senté y pasaron unos minutos sin que algún mozo se acercara. Salí y caminé a Lavalle. Entré a otro sitio (El Gaucho) que tenía precios razonables escritos en la ventana. El cuchillo que estaba puesto en la mesa donde me senté estaba sucio y los precios de los demás platos de la carta no eran tan económicos, así que tampoco me quedé ahí. Seguí caminando por Lavalle, pasé por Los Inmortales (ese buen restaurante donde comí con Alvaro hace unos días) pero quería probar algo nuevo. Regresé a Corrientes y caminé hasta Pétalo, una pizzería con buen puntaje en la Guía Oleo. La atención fue excelente, al igual que la comida. Pedí una pizza verde (acelga, provolone, mozzarella, aceitunas verdes, aceite de oliva y orégano) individual (qué me dejó repleta) y un agua mineral con gas.

Regresé a pie para bajar la cena. Al llegar dejé el equipaje listo para el checkout. El sábado me levanté temprano para hacer un poco de ejercicio y bajé a hacer el checkout. El taxi llegó puntualísimo y demoró sólo 25 minutos hasta el aeropuerto. Ahí empecé a sentir hambre (no pude tomar desayuno en el hotel porque era muy temprano) así que me tomé un jugo de naranja con los pesos que me quedaban. Aproveché para comprar un malbec en el duty free del aeropuerto. El avión partió puntualmente, el desayuno estuvo bueno (fruta, sandwich caliente de queso y jamón ahumado y yogurt) y aterrizamos a la hora prevista. Bajé del avión con el osito capitán de Lan para Alvaro en la mochila. Mis suegros me recogieron y me llevaron a la bioferia para comprar queso y el almuerzo, entre otras cosas.

Mi próximo viaje a Buenos Aires será en marzo de 2008. Mike Portnoy ya dijo en una entrevista que en ese mes será la gira en Sudamérica y esta vez planeamos empalmar con Chile.

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Wednesday, November 14, 2007

Buenos Aires y Montevideo (día 5 de 5)

De regreso en la estación de Tres Cruces de Montevideo decidimos gastar los pesos uruguayos que teníamos en nada más y nada menos que comida. Compramos agua y galletas para el regreso, también una empanada de jamón y queso en un puesto llamado Eat y volvimos a La Mostaza, esta vez por una ensalada griega (rúcula, tomate, queso y aceitunas con aceto balsámico y aceite de oliva Borges) y un frankfurter húngaro con cebolla y pimientos caramelizados. Curiosamente tenía granos de pimienta enteros.

El bus de regreso era mucho más cómodo que el de ida, supongo que porque el viaje era de noche. Aún así no pudimos dormir mucho, en parte porque el viaje fue más corto. Una vez de vuelta en el terminal de Colonia, con sus sillas multicolores de buque acomodadas a la mala en su improvisada sala de espera, nos sentamos hasta la hora de embarque. Una vez más fueron impuntuales y debimos esperar haciendo cola de pie mientras los pasajeros del viaje anterior desembarcaban.

El buque lento es un centro comercial flotante. Tiene tiendas, casino, mesas de bar, venta de comida, etc. En la parte inferior viajan autos. Unas puertas de vidrio nos separaban de los que no estaban en primera clase, aunque nunca entendimos muy bien cuál era la diferencia. Nos acomodamos en una de las filas traseras, huyendo de las luces para dormir mejor. Lamentablemente no me di cuenta de que en esa zona no llegaba la calefacción y no dormí casi nada por el frío. Alvaro tampoco durmió bien y estábamos tan llenos y cansados que ni siquiera reclamamos el desayuno que venía incluido con el pasaje.


En Puerto Madero tomamos un taxi a la casa de Diana. Llegamos como a las 8 y debíamos estar fuera de 10 a 12 porque ella tenía paciente a esa hora (es psicóloga). Alvaro durmió hasta las 9 y yo hice postraciones. Después tomamos leche, yo comí fruta y salimos bajo la lluvia a hacer compras.

Tomamos el subte hasta la estación Catedral y caminamos por Florida. Compramos algunas cosas, incluyendo unos lentes de sol y un paraguas para reemplazar el que tenía porque se rompió. En un momento fuimos a parar a la Galería Pacífico en donde Alvaro comió otro helado de la Abuela Goya y yo me tomé un par de yogurts.

De regreso, caminando por Lavalle, decidimos almorzar en la pizzería Los Inmortales. La había visto con buen puntaje en la guía Oleo así que era una opción segura. Pedimos una ensalada light (espárragos, beterraga, moyashi, vainitas y alcachofa) y unos ravioles de pavita con jamón y almendras en salsa cuatro quesos. De tomar pedí media botella de Malbec San Telmo y Alvaro un licuado de banana con leche. Al comienzo nos llevaron triángulos de masa de pizza con mantequilla, después pan integral y baguettino trozado.

Quedamos repletos y regresamos a la casa de Diana, cabeceando en el taxi, para los preparativos finales. Conversamos con una taza de mate cocido, después salimos un rato al supermercado a comprar algunas cosas y volvimos a despedirnos y esperar el taxi que nos llevó de vuelta a Ezeiza y nos dio la oportunidad de cabecear un poquito más.

En el aeropuerto vimos a Hugo recién en la cola de embarque. Para nuestra sorpresa, el sistema de check-in de Lan le había dado mi asiento a mí otro al medio de la parte central de la misma fila. Menos mal sucedió con él y no con un desconocido, porque accedió a cambiar de asiento. Al poco rato apareció Lola, quien tenía el asiento contiguo al de Hugo.

Alvaro no durmió nada y yo casi nada. Estaba super incómoda. La comida estuvo normal, otra vez sin opciones. Había ravioles en dos salsas (una blanca con crema y una roja con champiñones y cebolla), pan, mantequilla y un piononito de chocolate bastante dulce pero agradable.

Los papás de Alvaro nos recogieron del aeropuerto y nos llevaron a la casa, muertos pero felices y pensando en viajar más seguido a ver a Ole.


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Buenos Aires y Montevideo (día 4 de 5)

El lunes amanecimos cansados y medio indigestados. Aún así desayunamos leche (yo con café) y facturas. Salimos temprano a la estación de Buquebus en Puerto Madero para intentar cambiar nuestro pasaje de vuelta de las 08:15 a las 02:15. La idea era viajar de madrugada para evitar pagar alojamiento en Montevideo y aprovechar nuestro último día en Buenos Aires. Afortunadamente se pudo hacer el cambio y como pasamos del buque rápido al buque lento, para no devolvernos dinero nos pusieron en primera clase por sólo 5 pesos más por cada uno. Nos dimos cuenta, además, de que nuestro pasaje había sido sacado por equivocación para el día siguiente, así que el cambio fue oportuno.

Después de hacer el trámite empezaron a llegar los pasajeros para el check-in. Nos encontramos con Juana, luego llegaron los demás poco a poco. El buque salió casi puntual y realmente iba rápido. A bordo había venta de comida y bebidas, nosotros comimos sólo ensalada de fruta envasada con un almíbar ligero y un dulce de batata (camote).

Llegamos al puerto de Colonia, un pueblito chiquito como los de las películas. La estación es misia, pero al menos había una cafetería en la que, además de perder mis lentes de sol, comimos mixtos en pan integral y licuado de banana con leche.

Luego llegó la hora de abordar el bus. Tuvimos uno casi exclusivamente para nosotros. De más está decir que Alfonso se encargó de hacer un poco de escándalo mientras veíamos el paisaje campestre, en mi caso escuchando Dream Theater. Una vez en la estación de Montevideo, que es moderna y tiene restaurantes y tiendas de recuerdos, compramos pesos uruguayos y comimos en la cervecería La Mostaza (que dicho sea de paso, no tiene frascos de mostaza en cada mesa ni utiliza mostaza en cada uno de sus platos como se podría haber pensado). Alvaro y yo compartimos una ensalada La Mostaza (verduras, jamón, queso, huevos, aceitunas... y nada de mostaza) y un flan (en realidad era como una leche asada hecha en molde) con dulce de leche. Terminamos de comer y tomamos un taxi hacia el sitio de la conferencia, la Hostería del Lago. Los demás alquilaron un auto y una camioneta para movilizarse durante los siguientes días.


Llegamos tarde a la conferencia y nos sentamos en los 2 últimos lugares libres. Los demás llegaron más tarde y se acomodaron donde pudieron. El tema de la conferencia no lo sabemos, pero Ole habló de todo lo que siempre menciona en las conferencias públicas. Yo me enganché con las cosas que dijo sobre la física, que fueron un micro resumen de lo que he estado leyendo en The Quantum And The Lotus. Después de las preguntas y antes del break para la meditación (ya eran las 23:30, hora uruguaya), Alvaro y yo nos acercamos para que nos bendiga. Ole nos vio y nos dijo "You two again?" pero igual nos bendijo diciendo "It's glad to have you here". Nos despedimos de él y nos quedamos hasta las 00:30, hora en que tuvimos que dejar la meditación del Decimosexto Karmapa a medias porque el taxi había llegado para recogernos.

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Buenos Aires y Montevideo (día 3 de 5)

El domingo nos levantamos temprano para llegar a tiempo a la primera sesión. Nuevamente aproveché para postrame y tomé un desayuno saludable (plátanos, mandarina y leche) gracias a que Hubert y Alvaro arrasaron con las facturas que había comprado Benjamín. Antes de iniciar la sesión, Axel comunicó que al finalizar el día habría un casamiento de 3 parejas y nos apuntamos como lo teníamos planeado desde hace tiempo. El curso prosiguió igual de intenso e interesante.

A la hora del break alguien dijo "vayamos a almorzar a San Telmo". Supusimos que había algún lugar realmente bueno y partimos en varios taxis. Encontrarnos allá demoró un poco, así que algunos aprovechamos para recorrer la famosa feria.


Cuando finalmente estuvimos completos caminamos a la pizzería Pirilo, una especie de Mortal en versión italiana. El sitio es antiguo, se come de pie y las pizzas son bastante grasosas, pero valió la pena probar algo típico. Alvaro y yo escogimos el tradicional "sandwich", una porción de fainá (especie de pizza con harina de garbanzos) y una porción de pizza, en este caso de muzzarella. Además pedimos una porción de pizza de cebolla para compartir. Comimos rápido porque ya faltaba poco para el inicio de la segunda sesión y volvimos a la Galería Pacífico, más específicamente al patio de comidas. Alvaro, Carlos y yo comimos helados de la Abuela Goya, que es una tienda de dulces patagónicos muy buenos pero ligeramente caros. Hugo comió un helado de Freddo y convencimos a Lucy de que coma uno de la abuela. El yuppie de Manuel se tomó un café.

Tanta comida me dio sueño durante la primera parte de la segunda sesión. Afortunadamente el café y el mate estaban ahí para salvarme y no me distraje mucho. El curso en sí fue mucho más de lo que esperaba, encima de eso al final vino la mejor parte. Las 3 parejas que se iban a casar se convirtieron en 11, Alvaro y yo incluidos. Ole condujo el casamiento "masivo" hablando primero de la pareja en el sentido budista, de la compasión y la sabiduría. Después nos describió las formas búdicas en unión que debíamos visualizar y nos bendijo pareja por pareja (incluso casó a una pareja de espectadores que se sentaron cerca de las demás).


Luego del casamiento Ole hizo el lung, el permiso para iniciar la práctica, que yo no había recibido aún. Después hicimos el buda de la medicina, el voto del boddhisatva y finalmente el lama nos bendijo, primero a los que no habíamos tomado refugio ni recibido nuestros nombres dármicos. Hice la cola 2 veces, primero para el refugio y después con Alvaro, para que nos bendiga juntos y para aprovechar en preguntarle algo muy importante con respecto a nuestras vidas juntos. Como siempre, los peruanos decidimos hacer un poco de alboroto y nos juntamos para una bendición comunal del lama.

Esa noche fue la fiesta de fin de curso en la casa de Sebastián. Había vino, chela, gaseosa y una cantidad descomunal de empanadas, la gran mayoría de carne y unas cuantas de pollo, jamón y queso y verduras. Las de jamón y queso estaban buenísimas, lamentablemente no llegué a probar las de verduras porque las pocas que había estaban destinadas a los vegetarianos.

Ole y su mancha cenaron algo especialmente preparado para ellos en el comedor. Cuando terminaron empezó la música y el baile (menos mal que no son cumbieros). Yo me moría de cansancio y frío, pero era difícil conseguir un taxi por ahí así que tuvimos que esperar a que llegara alguno de los que habíamos llamado. Compartimos el transporte con Elena (una uruguaya) y Carlos. Al poco rato de que llegamos a la casa llegaron Diana, Benjamín y Hubert.

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Buenos Aires y Montevideo (día 2 de 5)

Al día siguiente nos levantamos un poco tarde. Aproveché para hacer postraciones y como ya faltaba poco para el almuerzo sólo tomamos leche. Benjamín nos preparó milanesas (de carne, no como en Perú, el único lugar del mundo donde se hacen de pollo) con ensalada de lechuga, tomate y aceite de oliva. También había pan y vino. El almuerzo estuvo buenísimo y contundente.


Después de un tecito partimos en subte al Centro Cultural Borges, en la Galería Pacífico. Llegamos cuando había poco espacio libre pero pudimos acomodarnos.

La primera vez que vi al lama Ole fue en una conferencia en el 2005, cuando el budismo me llamaba un poco la atención pero aún no lo tomaba en serio. En el 2006 no fui a la conferencia ni al curso porque estaba en mi etapa antibudista, así que éste fue mi primer curso con Ole.

El lama estuvo en Brasil el día anterior y en la madrugada le sacaron una muela. Eso no le impidió desenvolverse como de costumbre, sólo requirió muchos líquidos fríos y hielo para bajar la hinchazón del cachete. Durante la primera sesión habló un poco de cosas generales del Camino del Diamante, supongo que haciendo un resumen de la conferencia del 8 a la que no pudimos asistir. Después empezamos con la "carnecita", el texto del Mahamudra, el cual por un momento me pareció corto, hasta que recordé el libro y me di cuenta de que el curso iba a ser largo y consistente.

A la hora del break bajamos a la cafetería del Centro Cultural Borges pero demoraron en atendernos. Raltando pocos minutos para la segunda sesión del curso, llegaron las bebidas y cancelamos el pedido de comidas. Manuel fue al patio de comidas y optó por comerse algo en el Burger King (¿?), yo fui a Brioche Doree y pedí un sandwich de roquefort, jamón crudo y manteca (mantequilla) en pan negro (integral) y un licuado (jugo) de durazno y naranja. Compartí el sandwich con Alvaro, me tomé un mate (había filtrantes de yerba mate, café y té en la sala) y comenzó la segunda sesión.

El curso es super denso, las explicaciones de Ole fueron extensas, con los ejemplos prácticos que suele dar. Las preguntas a veces no estaban relacionadas con el texto pero sirvieron para tocar puntos interesantes y escuchar cosas nuevas. La segunda sesión terminó un poco más temprano de lo planeado (a las 23:00 aproximadamente) por el asunto de la muela.

Después de la inevitablemente larga coordinación para ver a dónde íbamos después, se optó por el pub Bangalore, en Palermo, en donde trabaja una chica de la sangha. El sitio es chico y estaba repleto, así que fuimos a un bar a la vuelta. Me tomé una chela (Stella Artois, por supuesto), Alvaro una gaseosa y pedimos sandwiches de lomo de ternera con chips de papa. El sandwich no estaba muy rico (le sentí un saborcito a wasabi a la salsa que para mi gusto no tenía nada que hacer ahí) y se notaba que el aceite de la freidora no era muy nuevo que digamos. Estuvimos ahí un rato y nos fuimos a descansar, de nuevo cerca de las 2 a.m. Al día siguiente nos enteramos de que la habían seguido en el Bangalore con un par de jarras de gin tonic.

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Buenos Aires y Montevideo (día 1 de 5)

Finalmente llegó el día. El viernes 9 nos dirigimos al aeropuerto, gracias a la novedad del check-in electrónico, menos de 2 horas antes del vuelo. El trámite fue rápido, el embarque fue casi puntual y el vuelo fue bastante bueno. No hubo opciones de comida (se extraña la típica pregunta "¿pollo o pasta?", pero al menos nos dieron almuerzo y no sólo un snack como solía ser en el pasado. El menú fue un guiso de pollo, cebolla y pimientos con arroz, pan, mantequilla y cheesecake de maracuyá (buenísimo). El vino que ofrecen es cumplidor, así que sólo tomé una copa y decidí no reincidir al regreso.

Llegamos a Ezeiza sin más complicaciones que la larga cola en el Banco de la Nación para cambiar dólares y la escasez de monedas que parece acechar a Buenos Aires. Habíamos quedado en llamar a Diana, quien amablemente ofreció hospedarnos en su casa, pero sin monedas no se pudo, así que tomamos un taxi con ese rumbo. Ahí nos recibió Benjamín, acomodamos nuestras cosas tratando de molestar a Hubert, el alemán con el que compartimos la habitación y que después de haber perdido el vuelo a Argentina había dormido prácticamente nada en un perido de 40 horas. Benjamín nos invitó empanadas, chela y gaseosa. Esperamos a que llegara a Diana del centro. Ella nos entregó una copia de las llaves de la casa y nos fuimos a la casa de Macarena, donde estaba parte de la sangha peruana tomándose unos vinos. Casi a las 2 a.m. salimos, algunos con dirección a un bar y nosotros de vuelta a la casa de Diana, a descansar.

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Thursday, November 08, 2007

Mañana, por fin

Mañana estaremos en Buenos Aires, finalmente, después de una larguísima espera. El viaje se empezó a planear a finales del año pasado, cuando se supo que el Lama Ole no estaría en Lima este año. La conclusión lógica fue ir a Argentina para verlo de todos modos en el 2007, aunque estuviera programado para enero en Lima. Así pues, después de que Alvaro aseguró su chamba y con ella el financiamiento del viaje, nos apuntamos con la comitiva de la sangha peruana.

Alfonso, Ingrid, Leo, Manuel, Carlos, Carina, Hugo, Lucy, Mauricio y Miguel ya están allá. Su itinerario es del 6 al 16 (19 para Mauricio). Nosotros, por varios motivos, estaremos sólo del 9 al 13, lo suficiente para asistir al curso en Buenos Aires y la conferencia en Montevideo.

Así que después de dos largas semanas de enfermedad, con la congestión y la tos que todavía no me dejan, partiré mañana a conocer a Ole ya más personalmente que cuando lo vi en la conferencia del 2005.

Y por supuesto, a pesar de la gastritis que me ha estado molestando desde el domingo (supongo que por la enfermedad), trataré de comer en lugares que se merezcan un review. Empezando por el avión, claro.

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