Monday, August 20, 2007

Se fue la penúltima muela

Hace años me sacaron una muela de juicio de la mandíbula superior. La extrajo el dentista de la familia, creo que porque había salido un poco chueca. Tuve una pequeña complicación con el sangrado, pero nada muy grave. Años después, en el 2004, me tomé las placas panorámicas orales para determinar la estrategia a tomar en mi tratamiento de ortodoncia. Mi ortodoncista extrajo 5 piezas más: la otra de juicio superior, 2 premolares superiores y 2 inferiores. Nada traumático, cero complicaciones. Las piezas de abajo quedaron reservadas para el final del tratamiento porque estaban enterradas bajo la encía y habían crecido en ángulo, empujando a la molar precedente en ambos casos.

Tres años después de iniciado el tratamiento vi mi boca nuevamente libre de artilugios metálicos. Casi libre, en realidad. Estuve usando retenciones removibles durante todo el día durante 6 meses. Ahora que sólo las uso de noche llegó el momento de extraer las terceras molares inferiores. Una nueva placa panorámica nos hizo recordar la gravedad del asunto. Se requería un cirujano para hacer el trabajo, así que el sábado pasado, a las 3 de la tarde, un cirujano amigo de Eduardo me extrajo la menos jodida de las dos.

Tal como se esperaba, estuvimos cerca de hora y media en el consultorio, desde el momento en que me colocó la primera ampolla de anestesia. La primera de cuatro. La cuarta fue aplicada en medio del procedimiento, porque todavía me dolía la mandíbula. Debo reconocer que me asusté un poco cuando me taparon la cara con el babero de cirugía que tenía puesto, dejando sólo un hueco para mi boca. La sensación del hueso y otras partes duras del cuerpo despegándose de la mandíbula y mucosas tampoco es muy agradable que digamos. Pero el procedimiento en general fue indoloro.

Ya en la casa los efectos de la anestesia empezaron a pasar. Lo primero que empezó a doler fue la mandíbula, lo que me impedía abrir mucho la boca. Sábado y domingo se fueron en reposo relativo (ya que soy incapaz de guardar reposo absoluto, siempre tengo que hacer algo), con un poco de dolor en la herida y el cachete hinchado.

En dos semanas me espera la última y más difícil extracción, para cerrar con broche de oro.

Pesadilla colectiva

Todo es ilusión para el budismo. Nuestras vidas, pequeños sueños individuales, están inmersas en un gran sueño colectivo, al que solemos llamarle realidad. Este gran sueño se convirtió el miércoles pasado en pesadilla. Para mí, debo confesar, fue emocionante. Estuve en una posición privilegiada experimentando mi primer terremoto. Para empezar, estaba en Lima, la zona menos afectada dentro del área donde se sintió el sismo. En segundo lugar, estaba ya en el centro, en el primer piso y con gente.

De algún modo, creo, pensar en la impermanencia de todo lo compuesto nos hace un poco inmunes al miedo. En ningún momento se me ocurrió lo que a la gran masa católica: que era el fin del mundo. Ni de broma.

La semana pasada estuve bastante mal de la gastritis. Regresé del trabajo temprano casi todos los días, incluido el miércoles. Así que decidí no ir a Wong como lo había planeado. A las 6:05 ya estaba en la casa y me dirigí a la cocina para dejar listo mi almuerzo del día siguiente y descansar temprano.

A las 6:40, como todos saben, el suelo empezó a temblar. No era un temblor usual, con ondas cortas y casi verticales, sino más una sacudida horizontal. Yo estaba en la cocina, Pasko y Javier en la oficina. Creo que Javier entró primero a la cocina y luego se asomó Pasko, tranquilamente empezamos a dirigirnos a la puerta cuando bajó María embalada y salimos los 4 a la puerta principal. Caminamos con toda tranquilidad, como dije antes, disfrutando la experiencia del sismo más fuerte de mi vida. Incluso le pregunté a Pasko antes de salir si tenía llave, por si se cerraba la puerta. Una vez en la puerta exterior, vimos el movimiento de los cables del cerco eléctrico y de los postes de luz, los destellos de cortocircuitos en el cielo y sentimos el movimiento extraño, parecido al que se siente cuando se está parado en un bote en medio del mar. Miré al buda en el techo y me di cuenta de que no tenía intenciones de caerse. A la mitad del asunto Javier pensó que el terremoto había parado pero le dijimos que no, justo cuando empezó más fuerte. Carmen estaba enferma, salió cubierta con una manta y volvió a entrar apenas pasó todo. La señora de al lado decidió que era buen momento para hacer todas las plegarias que no había hecho en su vida, lo cual para nosotros fue bastante gracioso. María era la más asustada de nosotros, de eso puede dar fe Pasko, quien aún tiene morados los brazos por la fuerza con que se aferró María a ellos.

Pasados unos pocos minutos volvimos a la casa. Pasko sintonizó RPP en el equipo de la oficina. Yo escuchaba desde la cocina mientras seguía cocinando (con lo cual queda constatado que cocinar es un vicio). Al poco rato llegó Giancarlo, el hijo de María. Pasko fue a inspeccionar el estado de la casa, todo en orden excepto una pantalla de luz de vidrio que había sufrido algunos quiñes y había quiñado a su vez la pintura del techo en su movimiento pendular. Luego llegó Alvaro, estaba en el carro de su papá cuando ocurrió todo. Trató de llamarme pero no había señal. Tanto las líneas celulares como la fija estaban muertas. Sus padres y hermano pasaron a saludar un momento. Luego llegó Diego, después de tiempo. Había estado en clases en Le Cordon Bleu y se suspendieron. No había taxis, así que fue caminando al centro a esperar que se tranquilice un poco el ambiente. Los siguientes en llegar fueron Edwin y su amiga. Volvió la línea telefónica fija y entró una llamada de mi mamá, quien me contó que todos estaban bien por su casa y la de mis tíos.

Fuimos a la oficina a escuchar las noticias en la radio. Al comienzo el epicentro no había sido identificado y la página del instituto de geofísica del Perú no cargaba. Pasko entró al site del USGS, el servicio geofísico de Estados Unidos, y ahí sí estaba la información precisa. Lo que no se sabía era qué tanto había afectado a otras zonas, hasta que poco a poco las noticias empezaron a llegar. También llegó Regina, con miedo de volver a su casa en el segundo piso. Así que Diego, Edwin y su amiga se fueron, pero Regina se quedó a dormir en el mueble, tapada con una sábana.

Mucha gente murió en iglesias, lo cual confirma que es malo ir a misa. Bromas aparte, es absurdo creer que lo que pasó fue un castigo de dios. Básicamente porque no existe ningún dios.

El tema de la ayuda, para mí, es también un poco delicado. Es fácil que el ego se apodere de la situación y trate de ayudar por figurar. Por eso yo prefiero el perfil bajo, nada institucional, sino individual y anónimo en lo posible. Eso sí, meditaremos por los afectados, algo que seguramente pocos están haciendo.

Tuesday, August 14, 2007

Review: Toshiro's

Hoy es el cumple de Alvaro. Decidí invitarlo a almorzar cerca de mi trabajo, aprovechando la variada oferta gastronómica de los alrededores. Escogí un restaurante amarillito de mi guía (ver post anterior), teniendo en cuenta, of course, los gustos de mi esposo. La decisión fue bastante obvia: Toshiro's.

Todos los comentarios que había leído y escuchado del restaurante le hacen justicia. El lugar se ve bastante japonés: minimalista, ordenado y super limpio. Toshiro sólo estuvo un momento tras la barra dando indicaciones a su personal, el cual, según mi escasa experiencia, hace un trabajo de primera. Pedimos un combo de sashimi y sushi con anguila y pulpo. Venía con un miso shiru y pedimos uno adicional. Todo buenísimo, todo super fresco y en la cantidad justa. Preguntamos por los postres y el mozo fue bastante honesto: nos dijo que en postres no había mucha variedad, igual que con los tragos. Sin embargo nos ofreció un helado de maracuyá hecho por encargo del restaurante. Viene en un bol de cerámica lleno de hielo y dentro de la cáscara del maracuyá. Difícil de comer porque la cáscara patina sobre el hielo, pero delicioso.

Como siempre, comimos un almuerzo pensado para una persona y salimos repletos. Y con ganas de volver.

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Review: Andiamo

Cuando vivía con mis padres pasaba todos los días por la Javier Prado. A la altura del puente peatonal que está pasando Guardia Civil hay un restaurante que siempre me llamó la atención, no por su pinta, sino por su ubicación. Me parecía un lugar poco transitado para tener un comedero. En fin, pasaron los años y un buen día, revisando mi guía de restaurantes de cabecera (la de María Elena Cornejo), leí el nombre del establecimiento en cuestión: Andiamo. Figuraba como huarique. Fue agregado a mi guía de restaurantes y marcada en amarillito, color de los restaurantes que pretendo conocer en el corto o mediano plazo.

Finalmente se dieron las circunstancias para recalar por ahí: el domingo pasado, con resaca, habiéndonos levantado tarde y teniendo que ir a la casa de mi mamá después de almuerzo, no quedó otra que comer fuera y en algún lugar que estuviera de camino.

Entramos a Andiamo y la primera impresión fue buena, el lugar se veía acogedor y de categoría, imagen que no concuerda mucho con la ubicación y menos con la carta exhibida en la puerta (no es fashion). Me dieron una carta sin precios así que escogí de la que le dieron a Alvaro y me di cuenta que de huarique no tiene mucho. Es cierto, es un restaurante de perfil bajo donde se come muy bien pero los precios están en el rango del mercado.

Luego de hacer el pedido (risotto al azafrán con pechuga de pollo al tocino para Alvaro y conchitas con camarones en salsa de ají con pappardelle para mí) el mozo nos alcanzó una canasta con mini pancitos y palitos de hierbas. Después de una espera razonable llegaron los platos casi juntos y super calientes. Ambos estaban buenísimos, tanto que terminamos hasta el último bocado a pesar de, como siempre, estar repletos.

No pedimos postre porque desconfié de la relación calidad-precio (tiramisú con queso Philadelphia?). Menos mal fue así porque terminamos al borde del empacho.

El dueño del restaurante se acercó un par de veces a preguntar cómo iba todo, lo cual es un detalle que tiende a desaparecer en este negocio.

Con la barriga super llena y la esperanza de acelerar la digestión nos dirigimos a pie a la casa de mis padres.

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Friday, August 03, 2007

Budistas alcohólicos invaden Buenos Aires

Ese es el titular que aparecerá en los diarios Argentinos en Noviembre. Nos vamos a ver a Lama Ole en Buenos Aires y Montevideo (y los que disponen de más tiempo y dinero, también estarán con él en Punta del Este). También aprovecharemos para recibir la bendición de nuestro lama por nuestro matrimonio, ya que no pudo estar en Lima en enero. Con Alfonso, Ingrid, Leo, Carlos, Hugo, Lucy, Manuel, Alvaro y yo confirmados (Carina, Mauricio, Pasko y más por confirmar) se avecina una buena juerga de varios días.

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