Pesadilla colectiva
Todo es ilusión para el budismo. Nuestras vidas, pequeños sueños individuales, están inmersas en un gran sueño colectivo, al que solemos llamarle realidad. Este gran sueño se convirtió el miércoles pasado en pesadilla. Para mí, debo confesar, fue emocionante. Estuve en una posición privilegiada experimentando mi primer terremoto. Para empezar, estaba en Lima, la zona menos afectada dentro del área donde se sintió el sismo. En segundo lugar, estaba ya en el centro, en el primer piso y con gente.
De algún modo, creo, pensar en la impermanencia de todo lo compuesto nos hace un poco inmunes al miedo. En ningún momento se me ocurrió lo que a la gran masa católica: que era el fin del mundo. Ni de broma.
La semana pasada estuve bastante mal de la gastritis. Regresé del trabajo temprano casi todos los días, incluido el miércoles. Así que decidí no ir a Wong como lo había planeado. A las 6:05 ya estaba en la casa y me dirigí a la cocina para dejar listo mi almuerzo del día siguiente y descansar temprano.
A las 6:40, como todos saben, el suelo empezó a temblar. No era un temblor usual, con ondas cortas y casi verticales, sino más una sacudida horizontal. Yo estaba en la cocina, Pasko y Javier en la oficina. Creo que Javier entró primero a la cocina y luego se asomó Pasko, tranquilamente empezamos a dirigirnos a la puerta cuando bajó María embalada y salimos los 4 a la puerta principal. Caminamos con toda tranquilidad, como dije antes, disfrutando la experiencia del sismo más fuerte de mi vida. Incluso le pregunté a Pasko antes de salir si tenía llave, por si se cerraba la puerta. Una vez en la puerta exterior, vimos el movimiento de los cables del cerco eléctrico y de los postes de luz, los destellos de cortocircuitos en el cielo y sentimos el movimiento extraño, parecido al que se siente cuando se está parado en un bote en medio del mar. Miré al buda en el techo y me di cuenta de que no tenía intenciones de caerse. A la mitad del asunto Javier pensó que el terremoto había parado pero le dijimos que no, justo cuando empezó más fuerte. Carmen estaba enferma, salió cubierta con una manta y volvió a entrar apenas pasó todo. La señora de al lado decidió que era buen momento para hacer todas las plegarias que no había hecho en su vida, lo cual para nosotros fue bastante gracioso. María era la más asustada de nosotros, de eso puede dar fe Pasko, quien aún tiene morados los brazos por la fuerza con que se aferró María a ellos.
Pasados unos pocos minutos volvimos a la casa. Pasko sintonizó RPP en el equipo de la oficina. Yo escuchaba desde la cocina mientras seguía cocinando (con lo cual queda constatado que cocinar es un vicio). Al poco rato llegó Giancarlo, el hijo de María. Pasko fue a inspeccionar el estado de la casa, todo en orden excepto una pantalla de luz de vidrio que había sufrido algunos quiñes y había quiñado a su vez la pintura del techo en su movimiento pendular. Luego llegó Alvaro, estaba en el carro de su papá cuando ocurrió todo. Trató de llamarme pero no había señal. Tanto las líneas celulares como la fija estaban muertas. Sus padres y hermano pasaron a saludar un momento. Luego llegó Diego, después de tiempo. Había estado en clases en Le Cordon Bleu y se suspendieron. No había taxis, así que fue caminando al centro a esperar que se tranquilice un poco el ambiente. Los siguientes en llegar fueron Edwin y su amiga. Volvió la línea telefónica fija y entró una llamada de mi mamá, quien me contó que todos estaban bien por su casa y la de mis tíos.
Fuimos a la oficina a escuchar las noticias en la radio. Al comienzo el epicentro no había sido identificado y la página del instituto de geofísica del Perú no cargaba. Pasko entró al site del USGS, el servicio geofísico de Estados Unidos, y ahí sí estaba la información precisa. Lo que no se sabía era qué tanto había afectado a otras zonas, hasta que poco a poco las noticias empezaron a llegar. También llegó Regina, con miedo de volver a su casa en el segundo piso. Así que Diego, Edwin y su amiga se fueron, pero Regina se quedó a dormir en el mueble, tapada con una sábana.
Mucha gente murió en iglesias, lo cual confirma que es malo ir a misa. Bromas aparte, es absurdo creer que lo que pasó fue un castigo de dios. Básicamente porque no existe ningún dios.
El tema de la ayuda, para mí, es también un poco delicado. Es fácil que el ego se apodere de la situación y trate de ayudar por figurar. Por eso yo prefiero el perfil bajo, nada institucional, sino individual y anónimo en lo posible. Eso sí, meditaremos por los afectados, algo que seguramente pocos están haciendo.
1 Comments:
Hola,
Interesante la narración de tu experiencia con el terremoto y tus reflexiones religiosas...el budismo me parece fascinante...ojala algun día sienta un satori (se escribe asi?). Lo que me llama la atencion de tus comentarios es que niegas categoricamente la existencia de Dios...como puedes probar eso? No me malinterpretes..no tiene que ver con que yo crea o no que existe... se trata del el hecho cierto de que no podemos negar o afirmar algo a menos que podamos probarlo (negar es mas dificil porque deberias conocer todos los confines, el universo y los tiempos para probar lo que dices), disculpa el discurso pesado. En realidad entre a tu pagina porque estudio cocina y aunque siempre he vivido en Venezuela, naci en Peru. Saludos!
Monica Du Bois
Post a Comment
<< Home