Wednesday, October 31, 2007

Review: Alejandra y Punto

Gastón lo hizo una vez más. Bastó con que mostrara unas imágenes en un segmento cortito para que Alvaro y yo digamos "tenemos que ir". Eso fue hace ya varios meses, en el programa de la mazamorra (morada, of course). Mostró una dulcería de esas que están de moda, chiquita pero con postres buenazos y originales, en este caso a base de mazamorra morada que escapaba de su tradicional pyrex para ubicarse plácidamente dentro de masas de distintos tipos. Los datos del local (nombre y dirección exacta) me duraron pocas horas en la memoria. Sólo recordaba que estaba en San Borja.

Pasó el tiempo y hace unos días, ojeando el Google Reader como todas las mañanas me encontré con este post en Cucharas Bravas. Casi salto de alegría en mi escritorio, ahí estaba la dirección de Alejandra y Punto, junto a las fotos que hicieron efervescer mis jugos gástricos una vez más. Como el lugar queda en San Borja, era lógico ir el fin de semana, de camino a la casa de mis padres.

Así que el domingo, después de un contundente almuerzo en Iraishai caminamos las cuadras que nos separaban del postre, como para bajar la comida. La idea era comprar para llevar pero no pudimos contenernos y pedimos un cheesecake peruano para compartir. Y después un pie de limón. El cheesecake estaba muy bueno, aunque en un primer momento pensé que la mezcla de sabores iba a ser tan caótica como la de colores (capas de lúcuma, sauco y aguaymanto, una sobre otra). Pedimos el pie de limón fue, por supuesto, por pura gula y para satisfacer la necesidad de Alvaro de probar y comparar todos los pies de limón del universo. El veredicto común fue que el merengue estaba muy chicloso, como el de las panaderías misias. El sabor para mí estaba regularón (ojo que no soy muy aficionada al susodicho postre) y para Alvaro estuvo bien, pero menos bien que el de T'anta... obviamente.

Con la comida asomándose por nuestras orejas elegimos los postres para llevar a casa de mis padres: cheesecake de lúcuma y cheesecake Oreo. Ambos resultaron buenísimos. Lamentablemente no había ningún postre con mazamorra (había ido con la intención de probar el strudel de la foto en Cucharas Bravas) así que tendremos que volver pronto.

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Tuesday, October 23, 2007

Zzzzzzzzzz

Ayer me pasó algo que no me pasaba hace mucho: cabecear en clase. Recordé mi habilidad para escribir estando casi dormida (lástima que esta habilidad no incluye escribir en la línea del cuaderno) y lo desesperante que es no poder controlar el sueño. Lo mismo me pasaba allá por el 97-2 (creo) en la clase de Series y Métodos Numéricos con el legendario profesor Luis Paihua. Estaba tan aburrida por no entender nada (gracias a mis constantes escapadas para tocar en la rotonda con Hugo y Erika) que me iba quedando dormida mientras escribía cosas cada vez más ilegibles e ilógicas. Tal vez por eso casi jalo el curso. Habría sido el segundo curso jalado en la historia de mi humanidad (el primero fue Educación Física, por obvias razones). Técnicamente jalé el curso pero mi desesperación por no manchar mi reputación fue tan grande que presenté un reclamo, Paihua se apiadó de mí y me subió el cachito que necesitaba para aprobar.

Diez años más tarde, en un instituto con instalaciones demasiado inapropiadas, en un salón que ocupa la cuarta parte de mi habitación, en el que hace o mucho calor sin aire acondicionado o mucho frío con él, en el que paso 4 horas y pico después de las 8 y 30 horas reglamentarias de chamba, vuelvo a cabecear mientras escribo. Han sido sólo 5 días de clases (hoy es el sexto y último) pero me siento agotada.

Definitivamente no es el hecho de tener clases. He estudiado 1 año completo con sólo 3 semanas de vacaciones, de lunes a viernes, después de las mismas 8 horas y media de chamba (y se trataba de una chamba mucho más estresante). Pero las clases en lugar de cansarme, me relajaban. Y no sólo las teóricas; muchas veces nos quedábamos de pie cocinando de 6:30 a 11 o 12 de la noche, pero las horas se me pasaban volando y me sentía super bien. Sí, definitivamente el problema es tener clases de algo que no me gusta.

Tuesday, October 09, 2007

Los 30 (día 3)

El domingo, de nuevo, nos levantamos medio tarde. De nuevo, postraciones y entrenar. Después de almorzar sobras por segundo día consecutivo fuimos a hacer las compras de la semana. En la tarde teníamos reunión de trabajo. Carlos había sido otro de los que olvidaron mi cumpleaños. Llegó con un par de botellas de vino abiertas. Yo tenía una pizza y cuarto para invitar, además de tres porciones de tiramisú, así que al final de la reunión comimos y tomamos y la gente quedó con ganas de más. Fui con Hugo a Plaza Vea a comprar más masa, queso, jamón, aceitunas y vino. Nos quedamos conversando y tomando vino hasta las 11 y pico. Me fui a acostar pensando que sería bueno no tomar nada alcohólico al día siguiente.

El lunes era feriado así que había tiempo para descansar. Relativamente, porque al despertarnos y ver todo sucio recordamos que también era feriado para María. Fuimos a la casa de mis papás, volvimos, almorzamos y limpiamos. Después de hacer postraciones y entrenar llegó la hora de la meditación de los lunes y la rutina volvió a su curso normal, hasta el próximo fin de semana de desarreglos.

Los 30 (día 2)

Al día siguiente descubrí que varias personas habían olvidado mi cumpleaños. Una de ellas fue Lucy, así que para compensar nos dijo que vayamos a su bar Coco de Mer a las 9:30 a tomar algo y ver qué hacer.

Durante todo el día hicimos nada. Estábamos muertos y medio indigestados. Aún así hice postraciones y entrené en la tardecita, para desintoxicarme un poco.

Fuimos a Coco y estuvimos en la barra con Lucy y Suemi. Lucy nos invitó unos tragos y una super tabla de piqueos. Todo buenísimo. Luego fuimos a Huaringas. Estaba reventando como era de esperarse así que nos sentamos en el "sótano", en la entradita de Brujas. Alfonso nos invitó unos tragos que acompañamos con canchita y una amena conversación. Como Lucy tenía que volver a Coco para ver cómo iban las cosas, fuimos con ella. El local ya estaba lleno, así que estuvimos un rato afuera con Toño y Moncho, luego entramos pero el humo era insoportable, así que nos acercamos a Lucy para despedirnos. Estaba hablando por teléfono y al colgar nos dijo que Hugo estaba en Huaringas, así que a Huaringas fuimos otra vez. Sentados en el "sótano" con nuevos tragos de cortesía siguió la conversación, llegó Rashid, estuvimos un rato con Angel, se fue Lucy y llegó la hora en la que el sueño empezó a vencerme. Nos despedimos y llegamos a la casa, una vez más cansados y felices, a las 3:30 del domingo.

Los 30 (día 1)

El viernes pasado cumplí 30. Después de los veintitantos los años se han ido demasiado rápido pero gracias al entrenamiento y la comida estoy segura de que mi organismo funciona mucho mejor de cuando tenía 20.

Este año, como muchos otros, quise celebrarlo en casa. Sólo que ahora mi casa es el centro budista, así que tras pedir el permiso correspondiente a los habitantes y confirmar mi día libre por cumpleaños en la empresa, organicé mi reunión.

El viernes, según yo, iba a levantarme temprano para hacer postraciones, entrenar y ponerme a cocinar. Mis planes se vieron frustrados porque me levanté un poco más tarde que lo normal, debido a una demora con el tiramisú la noche anterior. Así que el viernes terminé de entrenar cuando ya era casi hora de almuerzo. Alvaro hizo las coordinaciones con Hugo para invitarme el almuerzo en el Maximiliano. En el camino paramos en Wendy's para cortarme las puntas (algo de vanidad había que tener). Hugo nos recibió en el restaurante y nos mostró la casa, incluyendo la cava, en donde escogimos el vino que acompañaría el almuerzo, cortesía de la casa. Decidimos quedarnos en una mesa en el salón principal, con vista a la cocina. Después de revisar la carta y teniendo en cuenta la promesa de algo especial para el postre por cortesía de nuestro amigo, pedimos sólo plato de fondo: mero con risotto al ají amarillo y salsa de oporto para mí y atún a la pimienta con risotto de almendras y salsa creo que de mandarina. La media botella de malbec Santa Julia (concordé con nuestro anfitrión en que una botella sería excesiva dado que Alvaro no toma) y unos pancitos calientitos iniciaron el almuerzo. Los platos estuvieron muy buenos, la porción de risotto se veía escasa (unos 80 gramos de arroz crudo por plato, calculo), pero el filete de pescado era enorme y la ración resultó suficiente. Para cerrar, un plato con tres postres: fresas con chocolate, una crema entre leche condensada queriendo ser manjar blanco y crema inglesa con un adorno de masa phyllo y una especie de brownie con crema de chocolate. La crema anónima fue la ganadora por votación unánime.

Salimos del Maximiliano totalmente satisfechos y caminamos a Kaita para comprar unos encargos de mi papá. En ese momento entró una llamada a mi celular, eran Kike y Karina, saludándome desde la India.

Tomamos el micro de regreso a la casa, el cual nos dejó en 28 de Julio, al frente de San Antonio. Caminando por la avenida, un sujeto en un beetle negro me pasó la voz. Tardé unos minutos en reconocer a Kike Vereau en el volante, me saludó y siguió su camino (que lamentablemente no era por el que íbamos nosotros).

Llegamos a la casa casi a las 4 de la tarde y recién me puse a cocinar. Por supuesto que andaba un poco desesperada y con mal humor y finalmente llegaron mis padres, mi tía, mis suegros y mi cuñado mientras yo aún cocinaba.

Finalmente, con ayuda de mi mamá, mi suegra y mi tía terminamos todo: tostaditas con tapenade y queso al ajo, dippas con guacamole y papitas cocktail con huancaína y ocopa. También dejé prehorneadas las masas de pizza que luego fueron saliendo con sus respectivos toppings: pollo BBQ con tocino, salame con chorizo español y vegetales (cebolla, champiñones, pimiento y aceitunas). Todo eso acompañado por Cusqueñas y vinos y amenizado por mi selección de mp3, asegurando que no se escape alguna canción pachanguera, como ocurrió en mi matrimonio.

Ya empezado el asunto llegó mi hermana Gloria con Aníbal, sumándose al resto de la familia, gente del colegio (una sola, para variar), la sangha, la UPC, TSS, EY y los dreamfriends. Poco después me llamó mi hermana Gladys desde Australia y aunque me costó un poco de trabajo escuchar bien con la gente conversando al lado, pudimos hablar un buen rato.

Como era de esperarse, la música terminó por aburrir a la mayoría y acabó todo bastante temprano (a hora prudente, como dicen en los programas turísticos). Me fui a acostar super cansada pero feliz.