Los 30 (día 1)
El viernes pasado cumplí 30. Después de los veintitantos los años se han ido demasiado rápido pero gracias al entrenamiento y la comida estoy segura de que mi organismo funciona mucho mejor de cuando tenía 20.
Este año, como muchos otros, quise celebrarlo en casa. Sólo que ahora mi casa es el centro budista, así que tras pedir el permiso correspondiente a los habitantes y confirmar mi día libre por cumpleaños en la empresa, organicé mi reunión.
El viernes, según yo, iba a levantarme temprano para hacer postraciones, entrenar y ponerme a cocinar. Mis planes se vieron frustrados porque me levanté un poco más tarde que lo normal, debido a una demora con el tiramisú la noche anterior. Así que el viernes terminé de entrenar cuando ya era casi hora de almuerzo. Alvaro hizo las coordinaciones con Hugo para invitarme el almuerzo en el Maximiliano. En el camino paramos en Wendy's para cortarme las puntas (algo de vanidad había que tener). Hugo nos recibió en el restaurante y nos mostró la casa, incluyendo la cava, en donde escogimos el vino que acompañaría el almuerzo, cortesía de la casa. Decidimos quedarnos en una mesa en el salón principal, con vista a la cocina. Después de revisar la carta y teniendo en cuenta la promesa de algo especial para el postre por cortesía de nuestro amigo, pedimos sólo plato de fondo: mero con risotto al ají amarillo y salsa de oporto para mí y atún a la pimienta con risotto de almendras y salsa creo que de mandarina. La media botella de malbec Santa Julia (concordé con nuestro anfitrión en que una botella sería excesiva dado que Alvaro no toma) y unos pancitos calientitos iniciaron el almuerzo. Los platos estuvieron muy buenos, la porción de risotto se veía escasa (unos 80 gramos de arroz crudo por plato, calculo), pero el filete de pescado era enorme y la ración resultó suficiente. Para cerrar, un plato con tres postres: fresas con chocolate, una crema entre leche condensada queriendo ser manjar blanco y crema inglesa con un adorno de masa phyllo y una especie de brownie con crema de chocolate. La crema anónima fue la ganadora por votación unánime.
Salimos del Maximiliano totalmente satisfechos y caminamos a Kaita para comprar unos encargos de mi papá. En ese momento entró una llamada a mi celular, eran Kike y Karina, saludándome desde la India.
Tomamos el micro de regreso a la casa, el cual nos dejó en 28 de Julio, al frente de San Antonio. Caminando por la avenida, un sujeto en un beetle negro me pasó la voz. Tardé unos minutos en reconocer a Kike Vereau en el volante, me saludó y siguió su camino (que lamentablemente no era por el que íbamos nosotros).
Llegamos a la casa casi a las 4 de la tarde y recién me puse a cocinar. Por supuesto que andaba un poco desesperada y con mal humor y finalmente llegaron mis padres, mi tía, mis suegros y mi cuñado mientras yo aún cocinaba.
Finalmente, con ayuda de mi mamá, mi suegra y mi tía terminamos todo: tostaditas con tapenade y queso al ajo, dippas con guacamole y papitas cocktail con huancaína y ocopa. También dejé prehorneadas las masas de pizza que luego fueron saliendo con sus respectivos toppings: pollo BBQ con tocino, salame con chorizo español y vegetales (cebolla, champiñones, pimiento y aceitunas). Todo eso acompañado por Cusqueñas y vinos y amenizado por mi selección de mp3, asegurando que no se escape alguna canción pachanguera, como ocurrió en mi matrimonio.
Ya empezado el asunto llegó mi hermana Gloria con Aníbal, sumándose al resto de la familia, gente del colegio (una sola, para variar), la sangha, la UPC, TSS, EY y los dreamfriends. Poco después me llamó mi hermana Gladys desde Australia y aunque me costó un poco de trabajo escuchar bien con la gente conversando al lado, pudimos hablar un buen rato.
Como era de esperarse, la música terminó por aburrir a la mayoría y acabó todo bastante temprano (a hora prudente, como dicen en los programas turísticos). Me fui a acostar super cansada pero feliz.
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