Review: El Huarike y 5 Esquinas (a.k.a. el malo conocido y el bueno por conocer)
El fin de semana que pasó me di el gusto de comer comida marina (mi favorita) por partida doble. El sábado fue el evento de ANDA, organización de la que formo parte y que todos los años organiza una chocolatada y entrega de regalos para los niños pobres. De regreso, como todos los años, algunos del grupo fuimos a almorzar juntos. Al igual que el año pasado fuimos al Huarike, cebichería que queda en la esquina de San Borja Norte y Las Artes. Tuvimos que esperar unos minutos hasta que se desocupe una mesa pero eso fue lo de menos. La atención fue pésima, no llegaban los vasos, un plato llegó cuando los demás habíamos terminado (no sé para qué el mozo preguntó si queríamos los platos juntos, finalmente los trajo todos en diferentes momentos), no había tártara para las jaleas (una persona tuvo que pararse e ir hasta el despacho de platos dos veces para que le informen que se había acabado). Obviamente no dejamos propina y personalmente no pienso volver.
El domingo quería ir a La Mar pero salimos de la casa a la 1 p.m. y al llegar había cola para esperar mesa. Cruzamos la pista y una familia nos ganó la última mesa vacía de Mi Causa. Así que caminamos por la Av. La Mar, según yo con destino a Pescados Capitales, pero algo surgió antes de llegar: 5 Esquinas. Había mesas vacías, así que entramos. Lamentablemente las mesas eran grandes y no había ninguna para 2 disponible, así que como nos atendió tan bien el maitre accedimos a su sugerencia de esperar en la salita. Nos tomaron la orden de bebidas (cosa que no pasó en el Huarike, donde no pudimos tomarnos una chelita mientras esperábamos porque teníamos que estar en una mesa según el maitre/mozo/administrador). En vista de que la mesa que estaba por desocuparse estaba demorando, el maitre preguntó si queríamos comer la entrada en la sala de espera, así que eso hicimos. Pedimos el trío de causas (una de camote con langostinos y crema de rocoto, otra (si no me engañó el paladar) de papa con atún (no enlatado) y aceite de oliva y la tercera también de papa con pulpo al olivo. La mejor fue la primera, la de pulpo también estaba rica pero con una pizca de más de sal. La otra entrada fue tiradito de pejerrey a los dos ajíes, buenísimo. Ya habíamos arrancado con las entradas cuando se desocupó una mesa para 4 y nos pasamos ahí para evitar rompernos la espalda comiendo en la mesa bajita de la sala. Para variar, decidimos que un solo segundo sería suficiente para los dos y pedimos el plato al que yo le había echado el ojo: fideuá con langostinos, conchas y calamares. Estaba riquísimo, ligerísimamente pasado de sal, en una palabra: sabroso. Lo comí acompañado de una Stella Artois porque lamentablemente (y es la única queja que tengo del restaurante) no venden chelas nacionales. Salimos como muchas veces, repletos pero felices.
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