Friday, May 07, 2010

Viaje a Lima (16 Abril 2010)

El viernes mi cuerpo se resistió a despertar temprano. Apagué la alarma a las 7 y no me molesté en cambiarla para más tarde. En consecuencia, me levanté al mediodía, me duché lo más rápido que pude y llamé a Boris para avisarle que no llegaría a Ernst & Young a las 12:30, como habíamos quedado. En lugar de eso, fui de frente (en taxi) al Segundo Muelle de Conquistadores, a encontrarme con ellos. Mi desayuno tardío ese día fue un plátano de la isla y un plátano manzano.

Llegué al restaurante cuando ya estaban casi todos ahí: Boris, Karen, Gianina, Marlene, Ricardo, Janson y Miguel Angel. Más tarde llegaron Muriel y Sandra. Me encantó verlos a todos, joviales como siempre a pesar del stress del trabajo. Fue difícil elegir qué comer, finalmente me decidí por un cebiche de lenguado, langostino y pulpo y un tamalito verde. El cebiche estuvo muy bueno (no fue el mejor que haya comido en mi vida, pero eso depende también de detalles circunstanciales), el tamalito sabroso y super cremoso. Me preguntaron si quería chicha o limonada frozen para tomar, obviamente escogí la chicha. Probé el tiradito a la huancaína, el piqueo Entre Causas (causa de papa y causa de camote, con mariscos entre ellas) y el arroz con conchas negras, los tres muy buenos. No hubo espacio para postre, pero les dejé un paquete de Tim Tams para el lonchecito en la oficina.

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Ya que estaba en San Isidro, decidí que era momento para (por fin) ir a Saga. Fui caminando, como para bajar el almuerzo. Vi los precios un poco más caros de cuando me fui, y las ofertas realmente buenas requerían tarjeta CMR. Compré un par de pantalones para la oficina y un BVD para entrenar. Fui también a Ripley pero no encontré nada BBB. Luego pasé por La Gran Fruta, quería tomar un jugo de lúcuma pero las 4 o 5 cajeras y meseras estaban muy entretenidas conversando y no me atendieron. Me di cuenta de que una de las únicas tres cosas positivas que le veo a mi país (el servicio al cliente, la comida y los paisajes) se está degradando poco a poco.

Antes de regresar a la casa pasé por una cabina cercana. Ahí vendían esos turroncitos de miel de color naranja, también conocidos como doncellas, que me encantan. Ese fue mi postre. Luego fui a la casa a cambiarme para ir al gimnasio. Después de entrenar tomé un jugo de papaya con plátano y me alisté para ver a mis amigos de la UPC.

Llegué a la casa de Paty a las 9:30, luego llegó Karina y más tarde Kike. Chapamos un taxi al Cocodrilo Verde, ahí estaba Claudia esperándonos y finalmente llegó Ber. Había un trío gringo tocando jazz, así que tuvimos que gritar un poco para poder ponernos al día de todos los acontecimientos del último año. Decidí ignorar mis (cada vez menos tomadas en cuenta durante el viaje) reglas nutricionales y pedí un trago hiper calórico: suspiro de lúcuma (pisco, leche, lúcuma, jarabe de goma, canela, crema batida), más bien un postre con alcohol.

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Para comer pedimos un piqueo criollo (yuquitas fritas con huancaína, choclitos con ají, tamalito, humita, chicharrón de pollo) y langostinos crocantes con salsa de maracuyá, todo buenísimo. Cuando terminé el primer trago pedí un pisquiri (daikiri pero con pisco) de mango, también muy rico. Nos quedamos conversando y planeando futuras visitas (parece que iremos juntos al Australian Open 2011) hasta que literalmente nos botaron del local.

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De regreso en la casa no tenía hambre pero sí ganas de comer. Le pregunté a mi mamá si había sobrado algo del almuerzo, la respuesta fue afirmativa y no pude resistir la tentación: había asado con puré. Quise comer sólo un poquito pero la sazón de mi madre es adictiva, prácticamente me serví una porción normal, aunque (en mi defensa) sin arroz. Cansada por el ajetreo, la comida y el alcohol, le dije adiós a un día más en Lima.

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