Tuesday, May 04, 2010

Viaje a Lima (14 Abril 2010)

En mi primera noche en Lima dormí pocas horas, para variar. En realidad fue para matar dos pájaros de un tiro: acomodar mi reloj biológico al GMT-5 y aprovechar el tiempo al máximo. Días antes le había escrito un correo a mi mamá para encargarle algunas cosas que necesitaría durante mi estadía, entre ellas los insumos para el desayuno. Después de un duchazo preparé quinua y comí una porción con un chorrito de leche, almendras, un plátano de seda y un plátano manzano.

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Ese día tenía cita con Eduardo, mi dentista, a las 9 am. Tomé una combi a Javier Prado (por cincuenta céntimos) y luego una coaster al paradero de la Clínica Ricardo Palma. Experimenté una vez más las "bondades" de viajar en el transporte público limeño, el temor, la inseguridad, la repulsión a la música y a la falta de limpieza (del vehículo y de la gente que viaja y trabaja en él), la falta de espacio para las piernas (y eso que no soy muy alta), etc. En términos budistas, digamos que es una oportunidad excelente para trabajar con la aversión en muchas de sus posibles manifestaciones. Mi chequeo dental fue exitoso: cero caries, así que mientras conversaba con Eduardo le pedí una profilaxis simple.

Luego fui a Miraflores. Me metí a una cabina para chequear mis correos, ilusamente pensé que podría ponerme al día leyendo todos los posts nuevos de los cuchumil blogs a los que estoy suscrita, pero decidí marcar la mayoría como leídos. Después fui a una pasamanería para comprar un encargo de mi hermana Gladys y tomé una coaster hacia la casa de Julio. Llegué poco antes del mediodía, cuando él llegó estuvimos un rato viendo videos y escuchando música que está escribiendo para uno de sus proyectos. Cerca de la 1 salimos rumbo al restaurante que elegí para mi primer almuerzo perucho.

Ya que no quedaba tan lejos, fuimos caminando. Paramos en una panadería para tomar una chicha espectacular (tuve la tentación de pedir la versión light pero preferí la verídica). Unos minutos después llegamos al 550 Kriollo Gurmet, el nuevo restaurante de mi ex profesor Israel Laura. El local es bonito, está decorado con ilustraciones de Cherman (en la pared cercana a nuestra mesa había una de Lucha Reyes y una del Zambo Cavero), los tabletops están nuevecitos (los cubiertos son Ferrand). Debido al calor, decidí no tomar pisco como aperitivo, sino una Pilsen. Julio tomó una Cusqueña. Como cortesía, aparte de unos mini ciabatta tibiecitos con su mantequilla más, nos sirvieron unas causitas de pato en cucharas orientales (tendencia en mi opinión poco práctica y sobre utilizada).

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La carta es espectacular, todo provoca. Como bien lo indica el nombre de este local, se trata de comida criolla "gourmetizada". Finalmente me decidí por uno de los platos que mucha gente que ha comido en el local del centro de Lima recomienda: pulpito pachamanquero con majado de papa amarilla. Venía además con chhoclo y una salsa con queso. Julio pidió una lasaña limeña, rellena de ají de gallina. Mi plato estuvo bueno, no cubrió mis expectativas que creo eran demasiado altas después de haber probado la sazón del chef en clases y en Chala. No probé el plato de Julio pero me contó que estuvo muy rico y super contundente, tanto así que él quedó al borde del empacho.

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No quedó espacio para postre pero sí ganas de un cafecito. Nos fuimos caminando por Pardo y Diagonal. Paramos en el pit-stop inevitable: Café Z. Un espresso o americano habría sido ideal pero el calor y la glotonería pudieron más: pedimos ice cappuccinos. Me llamó la atención que le pusieran canela en lugar de chocolate en polvo y me quedé con las ganas de saber si en el cappuccino normal también cometen la misma (aunque agradable) aberración.

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Las horas se pasaron volando así que no pude cumplir mis planes de ir a Saga a comprar ropa antes de engordar. En lugar de eso me cambié y fui al gimnasio. Escogí el plan más corto, de 1 mes por 150 soles y me metí a la clase de box. Me asusté al ver que había puros patas, a diferencia del gimnasio al que voy acá, donde somos usualmente más chicas. Feilzmente llegó una chica con la que entrené la mayor parte de la clase. El formato de ésta es muy diferente al que estoy acostumbrada, tuve que dejar pasar algunos saltos en el calentamiento del principio por mi problema en la rodilla y parece que pisé mal porque me quedó doliendo el pie durante más de una semana. Durante el sparring me di cuenta de que tengo la guardia floja, vicio aprendido durante mis años de entrenar taekwondo y recibir el 95% de los golpes del abdomen para abajo.

Cuando llegué a la casa me di un duchazo y me tomé un jugo de papaya, mientras mi mamá me preparaba la cena que le había pedido, un plato que me encanta a pesar de que la mayoría lo deteste: hígado encebollado. Me lo comí con un poco de arroz bañado en ketchup, como en mi adolescencia.

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