Review: El Bolivariano
Por más raro que parezca, nunca había ido al Boliviariano. Tampoco al Queirolo de Pueblo Libre (sólo al de Lima, que no es tan concurrido y obviamente tiene otro público). El sábado pasado nos encontramos ahí con mi amigo Javier del trabajo y su esposa, para hacer hora antes de ir a la discoteca en la que celebramos el cumpleaños de nuestra amiga Zonia.
El asunto es el siguiente: el Bolivariano no es para nada el lugar que yo eligiría para reunirme con amigos a tomar unas chelas. Hay música criolla y bailable a un volumen que dificulta la conversación. Pero también hay comida. Como salimos apurados de la casa no tuvimos tiempo de empujarnos los spaghetti integrales con bolognesa de soya texturizada que habían quedado del almuerzo. Por sugerencia de los Acosta pedimos un sandwich de jamón. El jamón estaba buenísimo, como todo jamón bien hecho en casa, y se desbordaba del pan. Como toda butifarra tenía salsa de cebolla y por primera vez en mi vida no la saqué para darme con la grata sorpresa de que el sandwich en su conjunto estaba rebueno. Y por sólo 7 soles. A pesar de que el medio sandwich que comió cada uno sirvió para apaciguar el hambre, todavía había espacio para más. Pedimos las bolitas de yuca rellenas de queso con salsa huancaína, tan buenas como las de Huaringas y a menor precio. De ahí siguieron las yuquitas fritas, también con salsa huancaína, también muy buenas. Luego nos enteramos de que había picarones pero lamentablemente era demasiado tarde porque estábamos llenos y nos conformamos con ver las porciones pasar en los azafates de los mozos y pensar en volver otro día a comer más.
Así fue mi primera visita al Boliviariano, extrañamente no para tomar (sólo consumí una malta personal), sino para comer.
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