Choquequirao - parte 5
Día 4 (3/26/2005) - "Cachora!"
El día final no empezó como habíamos planeado (emprender el camino de regreso a las 5 am) por culpa de la tormenta. Nos levantamos cerca de las 5, sólo quedábamos nosotros en el campamento. Empezamos a alistar las cosas y tomamos té, ya que no había ánimos ni tiempo para desayunar.
Sandra partió en el caballo. Luego partimos Alvaro y yo a pie (con una de las radios), cuando la alcanzamos empezamos a turnarnos el caballo, 10 minutos cada uno. Mis minutos a pie se hacían una eternidad por el dolor que tenía en la rodilla derecha y en la ingle izquierda. Luego de un rato nos pasaron César y Clímaco con las mulas (nuestro caballo no podía ser más lento) y Sandra decidió seguirlos. Al poco rato escuchamos un "Buenos días!" a nuestras espaldas y no podíamos creer lo que estábamos viendo, Carlos y Kike nos habían alcanzado y es más, nos pasaron. La subida era lenta por el cansancio, el dolor y la velocidad del caballo. César me indicaba por radio los sitios claves por los que iba pasando para calcular la distancia entre él y nosotros. Cuando el sol empezó a cubrir la montaña por la que caminábamos me advirtió del peligro de deslizamientos. Luego me avisó que un arriero estaba bajando con caballos para que aprovechemos todos en alquilar uno. Cuando nos encontramos con el arriero nos dimos con la sorpresa de que Carlos y Kike no habían alquilado ningún caballo. Nosotros sí alquilamos uno (para Alvaro, yo estaba en el lenteja) y vino con yapa, porque el arriero también llevaba una mula ensillada. Cuando alcanzamos a Carlos y Kike se animaron a alquilar la mula para turnársela. En el camino nos encontramos con Sandra, quien se animó a montar al caballo lenteja. Así llegamos al abra de Capuliyoc, en donde nos esperaba César. Ahí descansamos, algunos tomaron gaseosa y nos tomamos fotos.
Finalmente emprendimos el camino a Cachora. César iba adelante, como siempre, con Clímaco y las mulas. Lo seguía yo a caballo, Carlos en mula, Alvaro en el lenteja un rato, luego se subió Sandra, Kike caminando. El camino era más largo de lo que recordábamos, en partes el paisaje era tan constante que el sueño nos ganaba. Los caballos se acercaban a las ramas de los arbustos para comer hojas sin tomar en consideración a sus pasajeros y tuve la mala suerte de rasparme las orejas con las ramas. Carlos y yo llegamos primero a Cachora y fuimos a la plaza de armas. César no estaba ahí, supusimos que estaba en la casa de Milner Supermán (jaja), donde había acordado ir con Clímaco para dejar las mochilas. Esperamos a los demás, cuando llegaron nos comunicamos por radio con Clímaco (porque César se estaba duchando), quien nos dijo que efectivamente estaban en casa de Milner. Carlos y yo fuimos a pagarle al arriero, quien nos informó que había station wagons que iban de Abancay a Cachora cada cierto tiempo y cobraban 6 soles por cabeza (es decir, a la ida nos habían visto la cara porque nos cobraron 10 por cabeza). Lamentablemente no veíamos ningún carro, así que decidimos seguir el plan B, ir a almorzar al mismo restaurante donde almorzamos el primer día, mientras esperábamos por el transporte. Alvaro estaba con la presión en el suelo, el soroche se le vino encima mezclado con el cansancio extremo y no quiso comer, sólo tomo yogurt. Conseguimos un taxi que nos cobró 50 soles en total. Fue a la casa de Milner, el taxista acomodó las mochilas en la parrilla y emprendimos el camino de regreso a Abancay, completamente exhaustos y sucios. Algunos dormimos en el camino, recuerdo que entre sueños veía el camino y oía una conversación acerca de fútbol (y pensándolo bien no sé si eso fue lo que me dio sueño). Las mochilas regresaron llenas de comida sobrante (un escenario ya demasiado familiar para Alvaro y para mí).
Al llegar al terminal de Abancay lo primero que hicimos fue ir al baño. Las malas noticias no se hicieron esperar: no había pasajes para Lima. César y Sandra, los únicos que tenían que estar sí o sí de vuelta en sus trabajos al día siguiente, consiguieron un pasaje en un bus y decidieron turnarse el sitio. Se fueron y nosotros nos quedamos en la sala del terminal, preguntando cada cierto tiempo si se desocupaban asientos en los counters de las empresas de transporte más confiables. Kike y Carlos salieron a buscar comida, Alvaro y yo comimos pan con queso, keke, néctar y cosas por el estilo que compramos en los puestos del terminal, ya que en los alrededores no había ningún lugar donde pudiéramos comer algo (entiéndase un sandwich y café para mí y un helado para Alvaro, que eran los antojos del momento). Un tiempo después conseguimos asientos, Carlos y Kike en la empresa Flores y Alvaro y yo en Civa. Nos sentamos a ver televisión mientras esperábamos que lleguen los buses.
El regreso para Carlos y Kike transcurrió normalmente. Para nosotros no tanto. El bus que tomamos venía de Cusco y los pasajeros ya habían comido, así que no nos dieron cena. Pero eso fue lo de menos. Era de noche y el aire acondicionado estaba demasiado frío. Yo tenía puesto un pantalón delgado y una casaca polar, pero el terco de Alvaro no quiso ponerse casaca. Casi muere de hipotermia, aún cuando fue abrazándome todo el camino para robarme un poco de calor. Cuando se hizo de día y estábamos ya en la costa se acabó el frío y Alvaro pudo dormir mientras pasaban La Era del Hielo (irónico, no?). Llegamos a Lima casi sanos y salvos, Alvaro sin sensibilidad en los dedos gordos de los pies que estaban completamente morados, y yo con un dolor en la rodilla y la ingle que no me dejó entrenar bien un par de semanas.
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