Choquequirao - parte 4
Día 3 (3/25/2005) - "Incas de mierda"
Cuando nos despertamos seguía lloviendo pero igual emprendimos el camino a las ruinas. No tomamos el verdadero camino, sino el que César había descubierto el día anterior, un camino empinado, estrecho, lleno de lodo y plantas a ambos lados. Al llegar a las ruinas - entre frases como "Incas de mierda" y "Quién dijo que no había que traer agua?" - vimos que había mucha neblina, pero pudimos visitar los 2 sectores.
Había un guía hablando pero estaba un poco desinformado. Las construcciones, como todas las de la época, se caracterizan por el uso de andenes, puertas trapezoidales y techos inclinados (ya todos sin paja). Kike y Carlos, realmente desesperados por la falta de líquido, tomaron medidas extremas de supervivencia y bebieron lluvia de las plantas y de algunas piedras. Luego salió el sol, tomamos varias fotos y registramos el paisaje en video. Emprendimos el regreso, esta vez por el camino correcto, mucho más fácil pero igual lleno de barro (Hitec Waterproof rules).
Al llegar al campamento alistamos todo para empezar el camino de regreso. Nuevamente separados en grupos (César adelante con Clímaco y las mulas, luego Sandra, luego Alvaro y yo, luego Carlos y Kike) recorrimos el camino hacia Marampata, donde algunos comimos un plato super proteico de nuestra sierra: tarwi con arroz (Carlos y Kike con repeticua) y tomamos gaseosas. Luego iniciamos el descenso hacia Santa Rosa, en donde César y Sandra habían tenido tiempo para remojar los pies un buen rato. Alvaro tuvo la mala suerte de encontrar su base de aprovisionamiento (el kiosko de gaseosas) cerrada.
De ahí seguimos bajando hasta el puente que cruza el Apurímac y llegamos a Playa Rosalina, donde nos esperaban César y Sandra. Fue el momento propicio para unas fotos grupales.
César y Sandra partieron primero hacia Chiquisca, Alvaro y yo descansamos un poco más antes de empezar a subir. En el camino, además del dolor, nos agarró la noche. Llegamos al campamento a las 7:30 pm, nos esperaban un plato espectacular de spaghetti al pomodoro (léase tallarines buenazos con salsa de tomate natural) que había preparado una lugareña, además de té y mate de coca. César se comunicó con Carlos y Kike, quienes no habían llegado aún a Playa Rosalina. Ambos estaban mal de las rodillas y era de noche, así que Clímaco salió al rescate, con sus mulas ensilladas. Al llegar los rescatados quisieron comer los tallarines power de la señora pero se habían acabado, así que le pidieron que cocine un paquete de tallarines con tuco de nuestra provisión y se comieron la olla entera. Conversamos con Pascual, un señor que vive en Chiquisca, para que nos alquile el único caballo que le quedaba libre, el cual tenía una montura improvisada. El caballo nos lo íbamos a turnar Sandra, Alvaro y yo para llegar temprano a Cachora. Kike y Carlos no tenían apuro, así que saldrían más tarde y se tomarían su tiempo en llegar. Alvaro y yo nos duchamos (en un "baño" hecho de cañas, nada que ver con la de Choquequirao), preparamos el Gatorade que quedaba (sólo medio litro por persona) y luego todos nos preparamos para dormir.
Cuando pregunté "Lloverá hoy?" Kike me dijo que no. Menos mal que Alvaro y yo no le hicimos caso a nuestra ocurrencia de dormir afuera. Ya había agarrado sueño profundo por primera vez desde que llegamos, ni siquiera me había dado cuenta de que estaba lloviendo, cuando César nos despertó y nos dijo con su característico dramatismo que saliéramos del lobby porque se iba a inundar en cualquier momento. Nos levantamos y entramos a la carpa, metimos todo lo que había en el lobby (sleepings, colchonetas, zapatos, canguros, botellas, bastones) mientras veíamos el reflejo de los relámpagos y escuchábamos los truenos y la lluvia que cada vez golpeaba la carpa con más fuerza. El campamento de Chiquisca está ligeramente inclinado, de modo que se podía escuchar el agua correr fuera de la carpa. César recordó que la ropa de Kike estaban sobre la carpa y que la hebilla de su pantalón podía atraer un rayo, pero felizmente Kike había metido su ropa antes de dormir. También recordó que la gente de Montañistas 4.0 planeaba caminar en la noche y madrugada y que seguramente la tormenta los había agarrado en el camino, pero no pudo comunicarse por radio con ellos. La gente de las otras carpas empezó a empacar sus cosas, mientras que nosotros nos acomodábamos para dormir sentados, apoyados en nuestras mochilas. La tormenta duró menos de una hora pero no nos dejó dormir, sobre todo por la incomodidad.
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