Lima Hell Fest \m/
El sábado pasado (5 de agosto) fue el concierto de despedida "oficial" (entre comillas porque mucha gente no lo sabe) de GRimA. Con sólo tres ensayos previos, sorprendentemente cuadrados después de 7 meses de no haber tocado los 5 juntos, nos subimos al escenario y fue como si nunca hubiéramos parado. Es más, creo que fue mejor. Tuvimos menos errores y creo que sonamos bastante bien.
La banda llegó separada al local, por un lado Guliano, el chatocore (Jorge) y yo (con Alvaro, Diana, Yuyin, el Nene y Pier), por otro Wilson (fue a plomear a la banda de Katia) y por otro Lucho (con Daisy). Lucho llegó tarde (o llegó y lo vimos después de la hora pactada), lo que causó un poco de nervios en el chato, siempre preocupado por todos los detalles. Mientras esperábamos en las afueras del Centro Comercial Arenales, en medio de la pista gracias a las obras que vienen entorpeciendo el tráfico de la avenida del mismo nombre desde hace mucho tiempo, empezó a aparecer una mezcla de expectativa, nostalgia y curiosidad en mí. Sobre todo curiosidad por tocar en una sala de cine y de ver en qué se había convertido el cine Arenales después de todos estos años (la última vez que vi una película ahí fue en los 80s), más allá de la curiosidad habitual por ver los equipos, el escenario, la cantidad de gente.
Cuando llegaron todos entramos los integrantes por un lado y los amigos por otro. Subimos la escalera de cemento con aroma a baño de parque de las leyendas y llegamos a lo que supusimos que era el backstage. Una azotea chiquitita situada atrás del escenario, donde estaban las Minerva esperando su turno para tocar. Empezó la ronda de chelas con el sixpack que había llevado, chequeamos el escenario mientras una banda probaba sonido. Fue uno de los escenarios más incómodos en los que hemos tocado, tenía el largo de la pantalla pero el ancho justo para que alcance la batería. Es decir, no había espacio delante de la batería. Es decir, Guliano no podía cantar delante de la batería como siempre. Es decir, si la batería se movía un poco por falta de alfombra o algo que la mantenga en su sitio, podía caerse. Es decir, tenía espacio justo para poner mi pedalboard y, de haber estado recuperada de la fractura, no habría podido saltar. Es decir!!! Siguiendo con el reconocimiento del local, la sala era mediana y tenía butacas. Yo pensé que iba a estar como el Ambassador, pero no fue así, era un concierto de metal con butacas... igual a DT en Budokkan (mal chiste, lo sé). Las butacas eran horrorosas, por cierto, estaban forradas con una especie de terciopelo azulino y verde chillón.
Estuvimos un rato más en la azotea cuando nos enteramos del verdadero backstage, una sala que más parecía de mini departamento que de cine. Ahí saludamos a las Area 7 y nos atricheramos para quedarnos cheleando con Brahma cuando se terminaron las Cusqueñas. Entre fotos y las payasadas usuales me di cuenta de que los nervios no aparecían. A pesar de que Sandro (el soundman) no llegaba yo estaba más tranquila y relajada que nunca, quizás por estar fuera de la banda y en calidad de apoyo, quizás por haber transcurrido casi un año desde el último concierto, quizás por la chela... seguramente por una mezcla de todo.
El asunto es que se acercaba nuestro turno, así que fuimos al "backstage" (la azotea), en donde nos encontramos con los Serial Asesino. Tony nos pidió cambiar de turno porque su otro guitarrista tenía que chivear así que aceptamos y esperamos a que ellos hagan su set. Con las clásicas palabras de aliento previas a toda tocada nos dimos ánimo para subir al escenario. No más - Supervivencia - Resistiré - Realidad - Atrapados fluyeron como tantas veces antes, con ayuda del pogo y de las caras reconocibles entre el público. Me gustó volver a tocar, tanto que me atreví a olvidar el dolor y dar un pequeño salto en Realidad. La media hora se fue volando. Estuvimos un rato más, unas chelas más, unas fotos más y partimos. Hasta la próxima.
La banda llegó separada al local, por un lado Guliano, el chatocore (Jorge) y yo (con Alvaro, Diana, Yuyin, el Nene y Pier), por otro Wilson (fue a plomear a la banda de Katia) y por otro Lucho (con Daisy). Lucho llegó tarde (o llegó y lo vimos después de la hora pactada), lo que causó un poco de nervios en el chato, siempre preocupado por todos los detalles. Mientras esperábamos en las afueras del Centro Comercial Arenales, en medio de la pista gracias a las obras que vienen entorpeciendo el tráfico de la avenida del mismo nombre desde hace mucho tiempo, empezó a aparecer una mezcla de expectativa, nostalgia y curiosidad en mí. Sobre todo curiosidad por tocar en una sala de cine y de ver en qué se había convertido el cine Arenales después de todos estos años (la última vez que vi una película ahí fue en los 80s), más allá de la curiosidad habitual por ver los equipos, el escenario, la cantidad de gente.
Cuando llegaron todos entramos los integrantes por un lado y los amigos por otro. Subimos la escalera de cemento con aroma a baño de parque de las leyendas y llegamos a lo que supusimos que era el backstage. Una azotea chiquitita situada atrás del escenario, donde estaban las Minerva esperando su turno para tocar. Empezó la ronda de chelas con el sixpack que había llevado, chequeamos el escenario mientras una banda probaba sonido. Fue uno de los escenarios más incómodos en los que hemos tocado, tenía el largo de la pantalla pero el ancho justo para que alcance la batería. Es decir, no había espacio delante de la batería. Es decir, Guliano no podía cantar delante de la batería como siempre. Es decir, si la batería se movía un poco por falta de alfombra o algo que la mantenga en su sitio, podía caerse. Es decir, tenía espacio justo para poner mi pedalboard y, de haber estado recuperada de la fractura, no habría podido saltar. Es decir!!! Siguiendo con el reconocimiento del local, la sala era mediana y tenía butacas. Yo pensé que iba a estar como el Ambassador, pero no fue así, era un concierto de metal con butacas... igual a DT en Budokkan (mal chiste, lo sé). Las butacas eran horrorosas, por cierto, estaban forradas con una especie de terciopelo azulino y verde chillón.
Estuvimos un rato más en la azotea cuando nos enteramos del verdadero backstage, una sala que más parecía de mini departamento que de cine. Ahí saludamos a las Area 7 y nos atricheramos para quedarnos cheleando con Brahma cuando se terminaron las Cusqueñas. Entre fotos y las payasadas usuales me di cuenta de que los nervios no aparecían. A pesar de que Sandro (el soundman) no llegaba yo estaba más tranquila y relajada que nunca, quizás por estar fuera de la banda y en calidad de apoyo, quizás por haber transcurrido casi un año desde el último concierto, quizás por la chela... seguramente por una mezcla de todo.
En el "backstage"
En el "backstage" con Jorge, atr?s Lucho cheleando
El asunto es que se acercaba nuestro turno, así que fuimos al "backstage" (la azotea), en donde nos encontramos con los Serial Asesino. Tony nos pidió cambiar de turno porque su otro guitarrista tenía que chivear así que aceptamos y esperamos a que ellos hagan su set. Con las clásicas palabras de aliento previas a toda tocada nos dimos ánimo para subir al escenario. No más - Supervivencia - Resistiré - Realidad - Atrapados fluyeron como tantas veces antes, con ayuda del pogo y de las caras reconocibles entre el público. Me gustó volver a tocar, tanto que me atreví a olvidar el dolor y dar un pequeño salto en Realidad. La media hora se fue volando. Estuvimos un rato más, unas chelas más, unas fotos más y partimos. Hasta la próxima.
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